En 1215 Juan Sin Tierra otorgó la Carga Magna en Inglaterra. Fue la primera vez que el poder ejecutivo (el Gobierno) vio acotado sus poder.
La evolución posterior del control del ejecutivo por medio de una cámara de representantes que vigila, revisa y exige responsabilidades al Gobierno, ha posibilitado, allí donde existe separación de poderes, una cierta garantía de que el ciudadano no va a ser atropellado por el poder.
La Constitución española dedica el Título V a las relaciones entre el Gobierno y las Cortes. El Gobierno responde ante el congreso de su gestión política (art. 108) Las Cámaras pueden reclamar la presencia de miembros del Gobierno (art. 110). El Gobierno y cada uno de sus miembros están sometidos a interrelaciones y preguntas (art. 111). Se organizan así las medidas de control al Gobierno…
En España para anular cualquier control efectivo al Gobierno, se ha establecido un sistema en el que el ciudadano no elige al Presidente del Gobierno, lo hacen en su lugar los diputados. Naturalmente ellos eligen a aquel que los puso en una lista para ser diputados, y así le devuelven el favor. Al tiempo que le nombran se constituyen en la quinta columna infiltrada en el legislativo que impide con su mayoría cualquier control efectivo al Gobierno.
Se ha dado circunstancia en estos días de que el Gobierno se ha negado a ser controlado por el legislativo porque “estas Cortes no son las que han otorgado confianza a este Gobierno”
En otras palabras, el ejecutivo se niega a ser controlado por un Congreso compuesto por una mayoría de diputados a los que el Jefe de Gobierno no ha elegido.
Dicho de otra manera: Si a la mayoría de los diputados los ha elegido Rajoy confeccionando las listas electorales, entonces se deja controlar por ellos, pero si la mayoría de los diputados han sido seleccionados por otros políticos, entonces Rajoy se adueña del Estado y se constituye en poder absoluto e inviolable.
Dado que el Gobierno representa al Estado y que el Congreso de los Diputados debiera representar a los ciudadanos, es decir a la Nación Española (así sería si los diputados fueran representantes de la población y no del partido) tenemos un claro ejemplo en el que el Estado se niega a ser controlado por la Nación. El Estado se convierte en el Leviatán, en un monstruo incontrolable por los administrados, que puede interferir y regular sin control alguno.
Ni democracia, ni separación de poderes, ni Constitución.
“Todo en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado” (Mussolini definiendo el estado fascista).