Cuando uno se atreve a afirmar que Roma no se construyó en un día o que Zamora no se ganó en una hora, siempre aparece alguien empecinado en sostener todo lo contrario. Es el modus vivendi socialdemócrata, que consiste en poner en tela de juicio la lógica, la historia, la geografía, la física y lo que haga falta para satisfacer intereses particulares, más o menos rudimentarios.
El MCRC, como todo movimiento revolucionario que se precie, persigue la completa destrucción de un sistema envilecido desde el origen. Bueno, en aras de la corrección política, digamos que bastaría con encerrarlo en un baúl bajo siete llaves y arrojarlas a las entrañas del Teide, ya que Mordor queda demasiado lejos. Al igual que cualquier otra iniciativa revolucionaria, el MCRC está sujeto a la atracción inicial que el ser humano siente hacia todo aquello susceptible de solucionar sus problemas al instante. Sin esfuerzo. Sin sacrificio. Porque yo y mi novio lo valemos. El crecepelo milagroso. La pastillita cuya ingesta transforma ipso facto la barriga más fláccida en una tableta cincelada. Por fortuna, lo sepa o no, le guste o no, el ser humano lleva implícita la condición racional y no tarda mucho en reparar en que no basta con una hora para someter Zamora. Y por desgracia, siempre son los menos los que hacen uso de la razón para abordar el contratiempo según directrices lógicas.
Aunque la mayoría se van a ver el fútbol y sanseacabó, hay un número reseñable de individuos (-as, si es usted de esos/as) cuya arrogancia les impide asimilar la verdadera causa de que su gozo se precipite de cabeza al pozo. Se enfurruñan. Patalean. Fijan la mirada en el cielo, alzan el puño y, a gritos, piden cuentas a los dioses, incapaces de admitir que se están mojando porque llueve y no tienen paraguas. Es entonces cuando, pavoneándose, niegan la mayor y buscan en el apartado correspondiente de las páginas amarillas un chamán que, en no más de tres o cuatro sesiones, los instruya en la danza de la lluvia. «Si Bisonte Estreñido decirlo con voz grave, Gran espíritu dejar de llorar y no llover. Eeeo-Eeeo-Eeeo»…Por Manitú y tal, ya saben.
Tenemos que ser conscientes de que la abstención es el medio, no el fin. En una campaña electoral de auténtica locura, en la que todos los adictos a depositar el papelito podían elegir unas siglas que amparasen su catarsis, que las cifras de abstención no bajen de la media es sumamente positivo para nuestros objetivos. Jamás el súbdito votante ha tenido tal variedad en el menú. Jamás. Por supuesto, la estabilidad de la abstención no es debida a la labor del MCRC (¡qué más quisiéramos!), pero somos los únicos con motivos para estar satisfechos. ¿O no?
Para desconsuelo de aquellos cuya juventud los ha llevado a votar con ilusión y candidez, Podemos ha fracasado estrepitosamente. Va siendo hora de que maduren y constaten que a sus adalides les importa tres pimientos. Están a otras cosas; con su parte del pastel y unos baños de multitudes, encantados de haberse conocido. Las cifras son tan ridículas como las del resto y se deben sólo a la absoluta inmoralidad de esa versión enclenque de Rasputín que los comanda. El pájaro sabe lo que hace (no es política, obviamente) y, a mitad de campaña, tiró por el retrete el único escrúpulo que le quedaba para empezar una huida hacia delante que le ha permitido aglutinar bajo sus siglas a los sectores más oportunistas. Ha conseguido flotar malamente un barquito de cáscara de nuez, con velas de papel y una tripulación que no vacilará en tirarse por la borda en cuanto aparezca el más mínimo obstáculo. Como más de una vez ha dicho don Antonio, los adeptos de Podemos no son más que nuestros zapadores, aunque no lo sepan o ni tan siquiera les importe.
Hasta en el supuesto de que el MCRC promoviese el voto como motor de cambio, los resultados de las últimas elecciones serían inmejorables. Miren el panorama y no me digan que no es delicioso. Miren, miren. Deléitense. El PP y el PSOE se hunden en la ciénaga sin saber ni cómo ni por qué. IU ya es menos que nada. CIU o como narices se haga llamar ahora, está a un paso de la cárcel y ha perdido por completo su credibilidad. Al PNV le urge dejar cuanto antes su cómodo papel de perro del hortelano, a riesgo de esfumarse como una ventosidad de princesita de pitiminí. Eso en cuanto a la manida “Casta del 78”. Pasemos a la vigorosa “Nueva política”. Hasan Rouhaní y Nicolás Maduro, con Coleta Morada y sus amigachos como mariscales de campo, encabezan una horda deslavazada que dice pretender acabar con el capitalismo, el imperialismo y un montón de -ismos entre los que no se incluyen el nacionalismo, el nepotismo, el egocentrismo y el islamismo radical. Mister Morada baila como un poseso la danza de la lluvia al grito de “¡Porque yo lo valgo!”, garantizando que el maná caerá del cielo, que los pobres se enriquecerán, que el clima se estabilizará y, de paso, que se evitará la extinción del orangután del Borneo, tarea para la cual el agresor de Rajoy se me antoja un espécimen imprescindible.
Una broma pesada, en definitiva. Don Antonio ya avisó de que el verdadero peligro, el heredero, la apuesta encubierta por la continuidad, era y sigue siendo Ciudadanos. De momento, Albert Rivera no ha pasado de convidado de piedra con la absurda pretensión de ser el pastor de un rebaño de lobos. Eso debería alegrarnos. Y mucho. Brindemos mientras podamos.
En resumen, irresponsables que bailan la danza de la lluvia rodeados por una aglomeración de mujeres y hombres masa mirando hacia arriba, por si llueve o deja de llover. En el caso de que la perspectiva les seduzca, quizás aún estén a tiempo de participar; es muy probable que se repitan las elecciones.
Por si acaso, cojan el paraguas y no olviden que Roma no se construyó en un día, por mucho que algunos se empeñen en creer posible tamaña sandez.