La “idea fuerza” que motivaba a Antonio García-Trevijano era la democracia. Para conseguirla sabía que había que romper con la dictadura, no podía venir de una reforma de la misma. Su acción política comienza mucho antes del periodo de la Transición. En un principio incluso consideró la opción del golpe de Estado, para ello sondeó a militares de alto rango. Contar con un rey era una garantía para que el ejército lo apoyase. Cuando entró en contacto con los círculos monárquicos, introducido por Rafael Calvo Serer, se mostró dispuesto a colaborar para acabar con la dictadura, siempre que los monárquicos fuesen antifranquistas. Causó muy buena impresión al Conde de Barcelona y así entró en su Consejo Privado. Colaboró lealmente porque Don Juan era partidario de someter la Monarquía a referéndum.
Cuando Don Juan se echa atrás y no cumple con su compromiso político haciendo caso a los que habían sido sus consejeros: Pedro Sainz Rodríguez, José María Pemán y otros, contribuirá a que haya una Monarquía en España. Pero esta no será fruto de una restauración sino de una instauración, y mucho menos de la elección libre de los españoles. La respuesta a la pregunta “¿qué monarquía salvas?”, que hizo a su hijo en 1969, tras ser designado por Franco sucesor a título de rey en una carta cuyo borrador redactó Antonio García-Trevijano, no podía ser otra sino: “una Monarquía sin honor”.
El personaje de Don Juan de Borbón parece sacado de una obra dramática. Un rey sin corona, en el exilio. Inconstante, indeciso y también incoherente. Fue traicionado por todos. El acto de renuncia de sus derechos dinásticos, casi en privado, sin que se lo pidiera ni su hijo ni el gobierno, innecesario -se produce cuando Juan Carlos llevaba dos años como rey- inspira más patetismo que solemnidad. No se le permitió que dijera que renunciaba a sus derechos históricos abdicando de ellos en su hijo, eso no casaría con el continuismo legal de la reforma, ni con la realidad de la monarquía instaurada por Franco, cuya legitimidad procedía del poder del dictador. El texto de su discurso -redactado por Torcuato Fernández-Miranda, el autor de la reforma legal de la dictadura bajo una nueva forma oligárquica- utiliza una fórmula no comprometedora: “ofrezco a mi patria la renuncia de los derechos históricos de la monarquía española”. Y dice literalmente: “instaurada y consolidada la monarquía en la persona de mi hijo y heredero Don Juan Carlos”. Fue instaurada, sí, por el General Francisco Franco, de quien Juan Carlos es el verdadero heredero en la Jefatura del Estado.
Y así llegamos al momento que se relató en el artículo titulado “24 de junio de 1974”. Los representantes de la oposición congregados en el hotel Lis de Lisboa aceptan la propuesta de Antonio García-Trevijano de seguir adelante creando un organismo unitario de toda la oposición. Se citan días después en París. Los puntos que redactó García-Trevijano para que Don Juan declarase en la entrevista a Le Monde y que la oposición se había comprometido a respaldar, los convierte el abogado en el programa del nuevo organismo. Reunidos en el hotel Lotti de París, el abogado granadino propone el nombre de “Junta Democrática” en recuerdo de las históricas Juntas españolas. Tierno Galván añade “de España”. A todos les parece bien.