Tras la publicación de Ser y Tiempo (1927), la teoría hermenéutica de la ciencia se construye en torno a la idea del “círculo hermenéutico”. La verdad como descubrimiento acontece en la cosa social desde un horizonte de comprensión dialógico en la medida en que el hombre se constituye a través de la historia y del lenguaje. En La esencia de la verdad (1943) Heidegger se sirve de la noción griega de verdad como desocultación (aletheia) para proponer una teoría de la verdad sin caer en el fundamentalismo del “mito de lo dado[1]” (Sellars). Para Heidegger, la tradición metafísica ha dependido de la búsqueda de una entidad que estableciera una relación de correspondencia entre el enunciado y la cosa, o entre representación mental y mundo (adaequatio rei et intellectus); sin embargo, la noción de verdad como desocultamiento se ha de entender no ya como certeza, sino como búsqueda o revelación[2].
En Teoría Pura de la República (2010) A. García-Trevijano elabora una novedosa teoría de la libertad política basada en la equiparación de la verdad política con la libertad política. A diferencia del existencialismo de Heidegger cuya ontología se basa en el cuidado (sorge) del Dasein, Trevijano formula una “filosofía de la acción constituyente” fundamentada en el principio de Lealtad (Emerson), el cual se basa en la conformidad “de la Naturaleza a lo natural, expresada en la homogeneidad de la forma con la materia a que inhiere, y en concreto, en la forma republicana que constituye con la libertad constituyente la materia política de la Sociedad y del Estado[3]”. O dicho con otras palabras, la República Constitucional de Trevijano traslada el principio de Lealtad a la Naturaleza a la Ciencia Política a partir de este principio ético-político: nadie es libre si los demás tampoco lo son. Por esta sencilla razón, si no hay libertad política colectiva, tal y como sucede en el Régimen de Partidos, la unidad política constituyente de un Estado (los conciudadanos) no están representados en el Estado y carecen de control político del poder (no separación de poderes). De esta manera sucede lo que observó Montesquieu: “si el poder ejecutivo fuera confiado a cierto número de personas sacadas del cuerpo legislativo, no habría ya libertad, porque los dos poderes estarían unidos” y “cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo están reunidos no hay libertad, porque se puede temer que hagan leyes tiránicas para ejecutarlas tiránicamente” (El Espíritu de las Leyes, Libro XI).
De la misma manera que el fundamento de los derechos individuales es la libertad individual -facultad que concede los derechos-, la libertad política colectiva tiene su fundamento en otra clase de libertad distinta a la de “libertad de”. Por eso todas las libertades reconocidas por el derecho o por las constituciones son ya libertades constituidas; mientras que la libertad política colectiva es anterior; de ahí que sea constituyente. Y no es constituyente por ser la base sobre la que descansan todos los demás derechos -que también-, sino porque descansa sobre el principio ontológico de libertad, que equivale también a verdad (verdad política= libertad política). Por consiguiente, sin libertad política colectiva, tampoco hay libertad individual, ni régimen democrático. El individualismo posesivo profesado por el economicismo liberal se equivoca estrepitosamente. Y lo hace no solo porque cimente los derechos individuales sobre la base de una antropología ahistórica y apolítica, sino, principalmente, porque no puede haber libertad de mercado, ni derechos, si no hay previamente libertad política colectiva capaz de constituir a las libertades individuales – sin procesos constituyentes, las naciones no conquistan la libertad política; ergo los derechos individuales no son resultado de la expresión de la unidad política constituyente, sino meras facultades concedidas por indignas Cartas Otorgadas.
El conocimiento de la identidad verdad=libertad se alcanza a partir de la “unidad de su conocimiento social[4]”, es decir, a través de acciones graduales que vayan conquistando la hegemonía cultural y política de la sociedad civil[5]. Por ello, el Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC) ha de estar impelido por el imperativo moral de confrontar sus ideas e ideales contra esta monarquía de partidos estatales y su propaganda, o si se prefiere decir en jerga heideggeriana, tratar de des-velar la Gran Mentira de la Transición.
[1] El “mito de lo dado” consiste en considerar que hay algo así como elementos epistémicos independientes. Fundamentalismo en el que incurren tanto los racionalistas, como los empiristas lógicos. En ¿Existe lo sintético a priori? (1953), Sellars esgrime el siguiente argumento: “Si por conocimiento sintético a priori queremos decir un conocimiento que sea lógicamente sintético y, sin embargo, verdadero ex vi terminorum, entonces, ciertamente, hay tal conocimiento; pero si con ello queremos decir que es un conocimiento sintético con respecto al cual no haya alternativa posible de consideración, entonces es un mito, una trampa y un engaño”. Wilfrid Sellars, ¿Existe lo sintético ‘a priori’ ?” en: Ciencia, percepción y realidad. Tecnos, Madrid, 1971
[2] “La verdad del Ser es la apertura del ocultarse” Martín Heidegger ,Aportes a la filosofía, Almagesto, Buenos Aires 2003, parágrafo 9.
[3] A. García-Trevijano, «Verdad = Libertad», República Constitucional (9 de Agosto de 2007).
[4] Íbid.
[5] A. García-Trevijano, Teoría Pura de la República,El buey mudo, 2010, p. 501 (soporte digital epub).