Para afrontar el problema del separatismo catalán hay que analizar dos cuestiones previas. La primera de ellas es la naturaleza del propio nacionalismo, que en España se nos ha vendido como “moderado”. Todo nacionalismo contiene la semilla del totalitarismo. El nacionalista se cree superior a los demás, considera que lo suyo es lo mejor y desprecia al otro. El nacionalismo es de extrema derecha tanto en lo político como en lo social. De ahí que podamos acusar a Esquerra Republicana de mentir dos veces al decir su nombre. No son de izquierdas, porque son nacionalistas, y la izquierda es históricamente enemiga del nacionalismo. El propio Carlos Marx afirmó que la clase obrera no estaba para fundar naciones. No son republicanos porque participan y reciben dinero del régimen monárquico de 1978.
La segunda cuestión es el concepto subjetivo de nación, importado a España por el filósofo José Ortega y Gasset, que lo tomó de Renan. Una teoría errónea que sostiene que la Nación es subjetiva, que depende de la voluntad. Como si España hubiera sido proyectada por alguien. Don Antonio García-Trevijano respondió a esta frivolidad de Ortega con su libro “Del hecho nacional a la conciencia de España o El discurso de la República”. Donde, entre otras muchas e interesantes reflexiones, afirma la siguiente: “las naciones son meros hechos de existencia colectiva que cada generación impone, sin preguntar a las siguientes, con la familia, la religión, y el paisaje donde nace. Y no hay en ella nada de misterioso o de enigmático. Los españoles se sienten españoles no porque “están en”, sino porque “son de” España. Y no como fruto de su libre determinación personal o de la de sus padres. Ni, por supuesto, de la libertad del pueblo español. Que si existe como tal es porque nunca ha tenido la posibilidad o la necesidad de elegir su condición nacional. Somos españoles como algo inherente a la existencia parcelaria de la humanidad en sociedades estatales, porque no podemos ser, aun queriendo, otra cosa”.
Si en el primer párrafo señalo que la raíz del nacionalismo es la exaltación exagerada de lo propio y el desprecio de todo lo que no se considera como propio, aunque sí que lo sea, en el segundo párrafo destaco el arma de los nacionalismos de España, que no es otra que el concepto subjetivo de Nación. Una locura que padece toda la clase política española sin excepción. Si no fuera por ese fatal error de la ignorante clase política, no cabría ninguna duda de que no existe razón objetiva por la que el nacionalismo catalán pueda ni siquiera soñar con el triunfo de su independencia. Razones que quiero recordar brevemente:
1ª No existe el derecho a decidir, ni el derecho de autodeterminación para ninguna región de España.
2º La consumación de ese derecho inexistente significaría la destrucción del derecho a la identidad nacional colectiva. ¿Por qué un grupo de individuos de una región va a tener derecho a destruir la nacionalidad de toda una nación? ¿Dónde está escrito el derecho al asesinato nacional y al posterior suicidio regional?
3º Como no se puede destruir la nación mediante ningún derecho, sólo cabe la conquista de ese derecho por la vía de la fuerza. Si el nacionalismo catalán quiere ganar la independencia, deberá declarar y ganar la guerra, primero, a los catalanes no nacionalistas y, después, al resto de España.
4º ¿Tiene el nacionalismo catalán fuerza militar como para enfrentarse al Estado? No.
5º ¿Goza el nacionalismo catalán del apoyo de alguna potencia extranjera que pudiera imponer su independencia contra el Estado español? No.
Con todo en contra del nacionalismo independentista catalán, ¿quién es hoy el culpable de que lo imposible parezca posible? Lo dejo a su criterio…