Una vez más el Instituto Nacional de Estadística (INE), con su publicación trimestral de la Encuesta de Población Activa (EPA), vuelve a dar un mazazo en nuestras conciencias anestesiadas. España es una nación con 47 millones de habitantes, de los que 38,5 millones son mayores de 16 años. La EPA considera activas a 23.134.600 de personas. De éstas, 18.156.300 están ocupadas y 4.978.300 paradas, el 21,52% de la población activa. Sus resultados muestran que en el tercer trimestre de 2011 se ha duplicado el número de parados que había hace tres años (entonces había 2.598.800). En el gráfico se puede ver esta espectacular subida. Esta tasa de paro (Austria, 3,7%; Holanda, 4,5%; Alemania, 6%; incluso Italia que estos días está en el punto de mira financiero tiene un 7,9%) duplica a la media de la Zona Euro (10%) y es el síntoma de un fracaso colectivo de la sociedad española. Es desolador observar el color de las heridas del paro a lo largo de nuestra geografía. Ante esta situación, las organizaciones sociales culpan de esta subida al sistema económico, al Gobierno más cercano (Central o Regional) o al oponente político en lugar de que se trate, el caso es buscar culpables; y el Gobierno Nacional, que está dando las últimas boqueadas, ya no sabe que decir, la realidad ha ahogado cualquier explicación inteligible. También debemos saber que estas cifras no muestran las verdaderas dimensiones de las heridas. Por un lado esconden a aquellas personas que han desistido de buscar empleo, hartos de recibir negativa tras negativa, que ya no van a ninguna oficina de empleo, ni miran ofertas, ni indagan a través de conocidos, ni envían candidaturas,…, han tirado la toalla y han preferido que los incluyan en el magma de inactivos. Y por otro lado tampoco reflejan el número de personas que figuran como paradas pero trabajan en la economía sumergida, esa especie de agujero negro que invade más de la quinta parte de nuestra actividad económica nacional. Hace tres años decíamos en estas páginas, a propósito de la cifras de desempleo que entonces se publicaban (la mitad que ahora), que el paro “desde un punto de vista personal…es un drama humano que corroe la mente de las personas que lo padecen al pensar que su vida es un fracaso personal y profesional. Muchos parados…se consideran unos perdedores al no ser útiles a su familia ni al entorno social en la que viven por haber escogido una profesión sin futuro o no haber alcanzado un status mejor, no sujeto a los vaivenes de los ciclos económicos”. Ahora estamos comprobando que muchos de nuestros jóvenes se van, o esperan irse, a otros países buscando lo que aquí les negamos. Aquí les hemos educado, allí rentabilizan esos conocimientos. ¿Alguien me puede decir dónde está la rentabilidad social de esta inversión pública y privada?