El Diario La Razón publicaba ayer lunes 17 de octubre de 2011 los resultados de un estudio demoscópico sobre intención de voto, una encuesta electoral, en la que se da la mayor importancia a la creciente ventaja del PP sobre el PSOE. Llama la atención la manera en que se encabeza la información dando el protagonismo a Rajoy, jefe del PP, como si las elecciones fueran presidenciales y no legislativas. Los resultados obtenidos, presentados en un gráfico, anuncian la victoria del PP con el 46,4%: 10.990.000 votos. Engañosamente ocultan que ese porcentaje cercano al 50% no se calcula sobre el total de electores: 35.701.969 en el censo, sino sobre el número de votantes: los 24.399.000 electores que se prevé que vayan a votar. Toda la prensa, las televisiones y los gabinetes de comunicación de los propios partidos ocultan los verdaderos porcentajes calculados sobre el total del censo. Si no lo hicieran, el público se daría cuenta de que en realidad la proporción de votos obtenida por el PP, ya no se acerca a la mayoría absoluta sino que apenas llega al 30,8% de los electores que votarán al partido que obtendrá más de la mitad de los escaños. El PSOE obtendría, calculando el porcentaje de la misma manera, sólo el 20,5%. Así, se observa que incluso la suma de los dos partidos mayoritarios apenas supera el 51%. Es de agradecer que La Razón publique, por primera vez, el dato de la abstención prevista: más de 11 millones de electores no acudirán a las urnas el 20N, el 31,7% del censo. La abstención ya suma más fuerzas que el partido que obtendrá probablemente el Gobierno. Además, si a la abstención se sumaran los votos en blanco y los votos nulos (apenas 719.000 votos), que son votos de rechazo a lo existente, el porcentaje de electores que tácitamente se opone al régimen de Partidos sería un prometedor 33,7%, lo que significa un tercio de la población. Además, si los votantes de los pequeños partidos que no alcanzan a obtener ningún diputado, y que en la mayoría de los casos se trata de votantes rebeldes que, ingenua e ilusamente, creen que pueden perseguir sus bienintencionados objetivos de cambio, aunque de esa manera entregan su voto al partido mayoritario, gracias al reparto de escaños por el sistema D’Hondt. Son iniciativas como la de “escaños en blanco”, o gran parte del propio movimiento 15-M. Si entendieran y asumieran la utilidad táctica de la abstención, no obedecerían la impostura incrustada en sus conciencias, durante años de aplastante propaganda estatal que fomenta la idea de que el voto es un deber cívico y no sencillamente un derecho político. La abstención alcanzaría, sin más campaña que el propio desprestigio alcanzado por la partidocracia, la alarmante cifra de 13.331.000 electores: un 37,3%. Sería el pistoletazo de salida a la carrera por la conquista de la Libertad Constituyente.