Como su etimología nos adelanta, muchas veces preocuparse es ocuparse antes de tiempo. Ese pre-ocuparse sirve de excusa para no ocuparnos de la forma y manera precisas de los problemas en ciernes. La preocupación se convierte así en no pocas ocasiones en quejido del indolente, o en recurso a la pataleta del impotente. En lugar de tomar las riendas de una actuación responsable, resulta más fácil lamentarse de forma anticipada, lo que además de inútil resulta patético. La Comisión Permanente del CGPJ ha acordado en sesión de la semana pasada dirigirse al Ministerio de Justicia para reiterar “su grave preocupación” porque este órgano “siga sin tener conocimiento de la creación de las plazas judiciales previstas para 2.011”. La Comisión Permanente destacaba además la “sobrecarga de trabajo” que soportan los órganos judiciales y subrayaba la necesidad de crear nuevas unidades que garanticen los derechos de los ciudadanos. Llueve sobre mojado, ya que el Pleno del CGPJ ya mostró por unanimidad el pasado treinta de Junio su “profunda preocupación” ante la posibilidad de la congelación del número de sedes judiciales, considerando necesarias más de quinientas nuevas plazas de jueces y magistrados teniendo en cuenta la actual “situación de saturación”. El Pleno del CGPJ emplazaba de esa forma al departamento ministerial que dirige Francisco Caamaño y a las CCAA con competencia transferida a considerar a la Justicia como “una prioridad” y a adoptar las medidas oportunas para dar efectividad a las previsiones contendidas en la última Ley de Presupuestos. Por su parte el Presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, D. Carlos Dívar, también reclamó hace una semana un “esfuerzo” a las administraciones para dotar a la Justicia de los medios materiales y humanos necesarios. En la Escuela de Verano del Poder Judicial en el Pazo de Mariñán de Berondo (La Coruña), Dívar expresaba también su preocupación por el hecho de que muchos alumnos de la Escuela Judicial pudieran ” encontrar dificultades” a la hora de ocupar la plaza a la que opositaron y que ganaron. La necesaria dignidad de la Justicia, su auctoritas, exige clamar por su independencia y separación original. Preocuparse por la dotación de sus medios por el poder ejecutivo es el ejercicio contrario, ejemplo de servilismo y subordinación. De nada sirve preocuparse impotentemente, se hace preciso ocuparse activamente exigiendo presupuesto propio y ejecutable de forma autónoma que atienda eficazmente a las necesidades de la Justicia, garantizando con esa independencia económica la funcional y organizativa que de otra forma resultan imposibles.