Leyendas de oriente Democracia Es Dice la sabiduría oriental, que aquello a lo que resistes persiste. Si aceptáramos como válido este axioma, no nos quedaría más remedio que aceptar el estado de partidocracia actual. Los occidentales, tendemos con demasiada facilidad a entender que aceptación y resignación son términos, si no idénticos, parecidos. Nada más lejos de la realidad. La segunda premisa oriental dice así: aquello que miras a los ojos, desaparece. En ello reside la sabiduría de la aceptación. Aceptar implica entonces la comprensión de que todo aquello que aparece en nuestra realidad tiene la sola finalidad de ser abrazado por la inconmensurable fuerza de la verdad. La verdad, se deduce de esto, tiene la capacidad, sin riesgo de ser mancillada, de acoger cualquier tergiversación, cualquier grado de oscuridad, porque por definición la verdad es cómo una luz ante la cual, la sombra deja de ser. Allí donde mora la oscuridad de la corrupción, la luz de la verdad dirigida, desintegra la sombra. No hay modo de hacer la oscuridad, pues esta carece por definición, de existencia propia, al ser una ausencia de luz. No pasa lo mismo con la luz, que sí posee existencia per sé. Por tanto, se trata de enfoque, de encender las luces del intelecto, del corazón y del Espíritu para que (como decía un compañero del MCRC) la democracia se conquiste, en lugar de ser pedida. La democracia no se pide, la democracia brilla por sí misma, la partidocracia sin embargo necesita justificación para validar su fantasmagórica existencia. Aceptación así, es comprender que la partidocracia es pura sombra carente de realidad y que la democracia no es imposible, sino inevitable, que solo es cuestión de reconocerla en cada uno de nosotros, dejando que dicha certeza se precipite en acontecimientos que reorganicen nuestra percepción de las cosas. La resignación es la hija bastarda de la aceptación, la impostora en la aparente inevitabilidad de un fraude inconsciente, es decir “sí”, con un miedo subyugado a una entelequia con garras de papel gastado. La aceptación es dinámica y no necesita justificación para movilizarse porque ella es, sin más, es. Transforma el caos, la corrupción y la oscuridad de una nación adormecida en sabiduría y evolución. No tiene dedos para señalar culpables ni reconoce víctimas, tan sólo ve polvo de estrellas despertando a su realidad más esencial, que dictada en labios de Trevijano dice así: "si mi vecino no tiene libertad, yo no puedo ser libre" y dictado por oriente dice asá: cada átomo es parte integrante y en esencia no diferente del resto del Universo. Esta comprensión, llana, básica y profunda, instalada en cada uno de nosotros, tortura la sombra del engaño hasta llevarla a la agonía y la disolución de un modo natural. Luz es luz, sombra, ausencia de luz. Democracia es democracia, partidocracia ausencia de democracia. La verdad siempre prevalece incluso cuando el engaño imposta con titilantes sucedáneos. Ánimo compañeros. Convirtámonos en la democracia que buscamos reflejar en estos retales partidocráticos de absoluta nada.