Salvo ciertos comentarios a los sabios textos de algunas personas que compartimos estos folios virtuales bajo la fresca libertad del Diario RC, me he mantenido lejos del artículo de opinión, no porque no tuviera nada que decir, sino porque hay muchísimas ocasiones en que guardar silencio es un acto de lealtad. Un análisis que ponga puertas a la ilusión es una opción dolorosa, tanto para el que lo hace manifiesto como para aquellos que, con la emotividad a flor de piel, pueden entender como ‘trabajar a la contra’ la exposición de ideas que, aún admitidas, no se consideren convenientes liberar en una coyuntura específica dentro de una estrategia determinada. No repetiré lo poco que he dicho sobre las acampadas del 15-M porque aquel que quiso saber lo que decía ya lo sabe y el que no, no es previsible que haya cambiado de postura. Sí diré una cosa: el texto que, a mi juicio, logró llevar de la mano las dos fortísimas emociones que estaban en el aire: a) La frustración intelectual y anímica ante la evidencia de un movimiento desnortado en su ignorancia y ambición de lograr ¡ya! la inmensidad y b) Las irrenunciables ilusiones de aquellos que vimos un momento excelente para iniciar el camino hacia la libertad política en los inesperados destellos pre revolucionarios de las plazas – como señaló D. Antonio García Trevijano – el texto, digo, fue el de Óscar. Y así lo dejé escrito. La elegancia de las formas no ocultó el fondo de la cuestión y la exquisitez de la palabra evitó herir cualquier tipo de susceptibilidad. No sé si me hubiera atrevido a penetrar esas aguas tan turbulentas y salir indemne y reforzado, como le ocurrió a él.   Llegados a este punto voy a entrar directamente sobre ‘la mayor’ obviando falsas humildades y miedos al ‘qué dirán’. Creo que es hoy cuando la Acampada de Sol , consultados los barrios y después de la experiencia de la protesta en Cataluña, decidirá si sigue o abandona. No hace falta ser un superdotado para ver que, de no existir un rotundo punto de inflexión, los desalojos continuarán y la pregunta volverá a plantearse dentro de unos pocos días. ¿Cuál es ese punto de inflexión? Pues lo único que puede llevar al triunfo un estado de las cosas que se ha perdido en la burocracia y el desconocimiento del lenguaje y la acción y, consecuentemente, no ha llegado a conseguir el ‘estado o mentalidad de masa’ del que habló George Lefebvre, es la intervención del Movimiento Ciudadano para la República Constitucional (MCRC) desde un espacio de liderazgo. Y el liderazgo, para los sensibleros, no significa la imposición y aceptación a ciegas del pensamiento, sino todo lo contrario. Nace de que el pensamiento sea aceptado desde el análisis serio de las estrategias para llegar al objetivo que se pretende conseguir, dejando   de   lado   absurdas   comisiones    y dirigismos equivocados e inútiles.   Como no hablo de oídas – he asistido a la Acampada de la Plaza de la Candelaria en Tenerife – puedo afirmar y afirmo amablemente que, una vez más, la soberbia, el control del ‘poder’ (sí, el control del ‘poder’), una especie de xenofobia disfrazada con hábito de hermandad y un cacao mental de muy amplias dimensiones, frustraron un entendimiento obligado y, si no choca contra la puerilidad el asteroide de la luz intelectual, todo quedará en esa protesta latente que todo régimen o sistema no sólo alberga sino que admite, al igual que admite un índice de desempleo ‘estructural’, una cierta amoralidad política, una cuota en la muerte de niños, unos estados de guerra y hambrunas allá donde las haya sin importar que el olor a cadáver eclipse todas las estaciones en las naturalezas más bellas y muchas cosas más.   Para un escritor, una fuente importante de inspiración y saber es la denominada experiencia vicaria. Para un revolucionario es esencial. La humildad cabe junto a la contundencia y la inteligencia es una condición sine qua non. No hay en estos momentos ni en España ni en Europa nadie que pueda suministrar saber, sensaciones y emociones como D. Antonio García – Trevijano quién, además, no sólo cuenta con un verbo irrebatible sino con una obra ‘cumbre’, la ‘Teoría Pura de la República’, que es en parte una deconstrucción histórica fundamental para entender la verdad de muchos procesos revolucionarios y, por otro lado, constituye una auténtica Biblia sobre el camino a seguir de cara a cambiar una repugnante oligarquía de partidos por una democracia formal. Es en ese momento cuando nacerán el ciudadano, que ahora no existe, y la libertad política, que me temo jamás ha existido. Por ello, me abstengo ahora de cansar con datos que ya, o son de sobras conocidos, o a los que se puede acceder con sólo abrir la cubierta de un libro.   Insisto. Señores moderadores, líderes de la horizontalidad, responsables de comisiones, mentes perdidas, dudas existenciales, rumbos con problemas, dirigentes en la sombra si los hubiere, hombres y mujeres todos de las Acampadas de la que Sol es señera: táchenme de dogmático, táchenme de arrogante, táchenme de prepotente, porque jamás podrán llamarme ni mentiroso ni embaucador. Al desconocer el futuro como todo ser vivo, desconozco qué es lo que van a decidir ustedes, pero sobre sus cabezas pende una responsabilidad que ni siquiera conocen. Aunque la tienen. Han colocado la carreta delante de los bueyes. Primero es necesario transformar un régimen opresor en un sistema democrático formal. Y después podemos hablar de ideologías. Y los ciudadanos podrán elegir y votar la opción que quieran porque tendrán representación y capacidad de revocación. Quién lo desee podrá hacer yoga, despreciar los transgénicos, apoyar las energías alternativas, escupir a las nucleares y hasta luchar para que no tiren más cabras desde los campanarios. No es tiempo de ese tiempo. Eso, ahora, es una absoluta pérdida de vida. Ahora es tiempo de derribar un régimen que del desastre nos lleva a la absoluta ruina. Política, económica y moral. El MCRC estaba, está y estará con las puertas abiertas a toda persona que desde la lealtad quiera enfrentarse a esta dictadura maquillada. En el movimiento, contra lo que dicen algunos, encontrarán altura y complejidad intelectual. Pero también sentido común y claridad. Y, sobre todo, un fin concreto: la liberación del yugo impuesto hace muchos años y que se ha mantenido, aunque con mayores libertades cívicas, durante la transición y esta partitocracia a la que se atreven con iniquidad a llamar democracia.   La conciencia de especie debió desaparecer cuando logramos librarnos de nuestros depredadores y, a través de la evolución del cerebro, imponer el intelecto sobre los demás seres vivos carentes de raciocinio. Sería de locos ponerse a investigar ahora los porqués que nos hicieron lo que somos. Pero los depredadores surgieron de nuestro propio barro en una evolución multivectorial donde lo social superó lo primitivo sin que ello significara dejar atrás lo primario.   No soy el primero en señalar que el error es superable, pero la confusión y el caos son cerrados círculos infernales. Los miembros del MCRC hemos ido a decir nuestra palabra dónde nos dijeron que se buscaba la libertad. Algunos pudieron hablar. Otros, no. La vida, continua evolución y revolución, consiste en tropezar, caerse, levantarse de nuevo y seguir caminando. Con una meta diáfana. Porque el tiempo pasa y matar el tiempo es el asesinato más estúpido.

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