Juan Carlos I   Historia mítica   Tucídides fue el primero que abominó de la concepción mítica de la Historia y se propuso eliminar sus componentes fabulosos: “La ausencia de toda ficción en mi historia me temo que disminuya algo su interés; pero quedaré satisfecho si es considerada útil por aquellos investigadores que aspiran a un conocimiento exacto del pasado. Mi historia ha sido compuesta para que sea patrimonio de todos los tiempos, y no la muestra de una hora efímera”.   De Tucídides a Pío Moa, César Vidal, Javier Tusell y Juan Pablo Fusi, o degenerando hasta convertir la historia contemporánea en el folletín de las personas serias o en la fuente menos fiable de conocimiento del presente. No sólo la meliflua Victoria Prego ha contribuido a la mitificación de la infamia política; los historiadores más circunspectos y adustos también invocan el espíritu de la transición para cimentar la falsedad constitucional del régimen en el que medran.   Platón sostenía que mientras no se arrumbase la tradición de unos dioses que luchan y se engañan entre sí, las ciudades no se alejarían del mal, puesto que el hombre ve en  los  dioses  una  proyección  de  su  propia vida. No había, por tanto, que dar fe a Homero ni a ningún otro poeta lo bastante insensato como para blasfemar de los dioses. El primer paso que debe dar el filósofo-gobernante es la sustitución de las arbitrariedades de los dioses míticos por el culto del más alto conocimiento: la “Idea del Bien”. Y como decía Camilo José Cela, aquel cortesano costumbrista, tenemos un Rey providencial que “no nos merecemos”, capaz de coger el timón de la nave franquista y poner rumbo hacia el mar de los Sargazos partidocráticos, y salvarnos, con su pericia, de naufragios golpistas.   Refiriéndose a uno de tantos falseadores de la historia, Montesquieu decía que “a pesar de la fe de todos los documentos, niega que el Papa autorizase aquel gran cambio. Una de sus razones es que habría cometido una injusticia. ¡Es admirable que un historiador juzgue lo que los hombres han hecho por lo que deberían haber hecho! Con esta manera de razonar la historia no existiría”. El impulso de los militares golpistas durante el 23-F no fue soberano, es más, el rey refrenó sus ansias involucionistas, puesto que no cabe pensar que Juan Carlos conspiró contra las libertades sino imaginar su defensa de las mismas.

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