La gran escapada (foto: J. Star) La hora de la libertad «La conciencia de ser siervo ?afirma Antonio García-Trevijano, con palabras premonitorias de redención política, en su último libro?, como la del dolor físico, se hace menos soportable cuando comienza a sentirse la posibilidad de liberarse.» La presentación de la Teoría pura de la República, se está convirtiendo en una descollante gira política por toda España, propiciada por los nuevos aires de rebeldía y esperanza que soplan por doquier. Y también ?es de justicia reconocerlo? debido a la acción continuada del Movimiento Ciudadano hacia la República Constitucional (MCRC), que sopla, como viento purificador, por todo el territorio nacional, esparciendo semillas de libertad. El MCRC ha instituido una verdadera opinión pública en España, erigida frente a la falsa opinión difundida a través de las lenguaraces cotorras ?inasequibles al desaliento? de los depravados medios de comunicación del poder. Los primeros actos políticos de dicha gira han tomado un aire marcadamente revolucionario, no por las palabras de García-Trevijano, que siempre lo son, sino por el clima de aprobación que los ha rodeado, por la pasión de libertad y las vocaciones políticas que despierta entre las personas de cualquier edad ?jóvenes y viejos? que lo escuchan. La monarquía de partidos está acabada y tiene los días contados. Bastaría la acción decidida de diez mil personas que expresaran públicamente su rechazo frontal a este calamitoso régimen de poder ?hirientemente antidemocrático?, para desencadenar el proceso de acción de la libertad constituyente, acabar con la tiranía y ponernos a las puertas de la República Constitucional. Sin libertad política colectiva no se puede ser ni estar en la vida pública, reducida por el Estado de partidos a la mera y frustrante contemplación del desastre político y social o, lo que es peor, a la pueril indignidad de formar voluntariamente parte de uno de los regimientos, dentro de los cuales unos votantes serviles han decidido marcar el paso y seguir a sus falsos y traidores líderes ?que siguen su propio y egótico camino?, los jefes de los partidos. Sin autonomía política en la sociedad civil y sin representación de la misma en el Estado no puede surgir una auténtica sociedad política, que intermedie entre una y otro. Lo único que puede existir en un régimen que secuestra la libertad política colectiva y la deposita en manos de unos cuantos oligarcas que manufacturan ?con impericia clamorosa? listas de partidos y gobiernos a su medida, es una chusca y corrompida clase política que desgobierna la Nación para enriquecerse, ilícita e impunemente, a costa de la ruina moral y económica de la sociedad. Esta conducta intolerable de los gobernantes, que solo puede darse ?y nunca admitirse? en pueblos indignos y serviles, ignorantes de la libertad política colectiva, ha de ser suprimida por la acción decidida de todos los amantes de la libertad, cuya hora se aproxima.