El pasado mes, el presidente del Banco Central Europeo por un lado, en una comparecencia realizada en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo, y la Comisión Europea por otro han pedido un endurecimiento de las sanciones a aquellos países que incumplan los objetivos de estabilidad (déficit y deuda pública excesivos) y a aquellos otros que hayan sufrido una bajada considerable en la competitividad, por ser ésta una fuente de inestabilidad y contagio, sobre todo a los Estados de la Unión Europea (UE) que forman parte de la Unión Monetaria. Los dirigentes europeos, al mencionar estas alarmas, pusieron sobre el tapete su preocupación por los resultados de los dos informes publicados en dicho mes sobre la competitividad de varias naciones del mundo y de las regiones de los 27 países de la UE. En uno de estos informes, “The Global Competitiveness, Report 2010-2011*” elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF) sobre la competitividad de las economías de 139 países del planeta Tierra, se evalúa la preparación de esos países para mantener y mejorar la prosperidad de sus ciudadanos. El índice global de competitividad mide el grado de preparación de cada nación para mantener o alcanzar ventajas comparativas en un mundo globalizado. Este índice es el resultado de la evaluación y la interrelación de una multitud de variables, agrupadas en doce pilares básicos: el entorno institucional, el estado de las infraestructuras, el entorno macroeconómico, la educación primaria y la salud, la educación superior y la formación especializada, la eficiencia de los mercados de bienes, la eficiencia del mercado laboral, el desarrollo de los mercados financieros, la preparación tecnológica, el tamaño del mercado, la sofisticación de los negocios y la innovación (científica y tecnológica). El ranking de este índice muestra en los lugares preferentes a Suiza, Suecia, Singapur, Estados Unidos, Alemania, Japón, Finlandia, Holanda, Dinamarca y Canadá. En dicho informe llama la atención que Estados Unidos (que el año pasado perdió el liderazgo mundial) haya bajado al cuarto lugar, que Chile encabece la lista de los países latinoamericanos y que España aparezca en el lugar 42 (9 posiciones menos que el año pasado y 13 menos que hace dos años). Nos queda como consuelo los resultados de los índices parciales: el lugar 13 en el tamaño del mercado, el 14 en el estado de las infraestructuras, el 31 en el nivel de la educación superior y…. la otra cara de la moneda: el puesto 115 en la eficiencia del mercado laboral. ¿podemos estar orgullosos o llorar a moco tendido? Siguiendo esa estela analítica, la Comisión Europea, a través de su Centro Común de Investigación (JRC) ha difundido un informe, como versión ampliada de aquél: “The European Competitiveness Index*” en el que analiza la situación de las 268 Regiones europeas (el mosaico de los 27 Estados de la Unión) a través de un centenar de índices, agrupados en 11 pilares (semejantes a los utilizados en el informe del WEF), que diseccionan la situación económica y social de cada una de ellas y evalúan la idoneidad de cada región para afrontar los retos del futuro. Este índice pone de manifiesto los conocimientos y habilidades de cada una de ellas para desenvolverse en la sociedad mundial. El ranking de este índice muestra que las diez primeras regiones están: cuatro en Holanda (Utrech, Nord-Holland, Zuid-Holland, Noord-Brabant), una en Dinamarca (Hovedstanden), una en Suecia (Estocolmo), una en Finlandia (Etela-Suomi), dos en Reino Unido (la zona de Londres y Berkshire, Bucks and Oxfordshire) y otra en Francia (Île de France, Paris). Para encontrar a las regiones españolas en esta lista europea hay que descender en la escala hasta el lugar 56 (Madrid), 103 (Cataluña), 112 (País Vasco) y seguir bajando hasta el lugar 190 (Andalucía) o 226 (Extremadura) hasta llegar a los últimos lugares para ver a Ceuta y a Melilla (264 y 267 respectivamente). Viendo este panorama, hasta el más ignorante comprende la talla de nuestros dirigentes, los motivos de la huida de muchos de nuestros jóvenes, la farsa de las declaraciones públicas de los integrantes de la “clase política” que nos informan que “todo va bien” y la poca influencia que las instituciones públicas (a pesar del gran peso económico que han adquirido dentro del PIB) tienen para reorientar esta desastrosa tendencia. La realidad es dura, pero…. es lo que hay.