Cuando llega septiembre los medios de comunicación nos bombardean sin descanso con fantásticas colecciones de todo tipo de tareas, artesanías y excelentes “master”. Nuestros políticos no son ajenos a estas modas, abren sus tómbolas y nos ofrecen sus rifas electorales: proyectos apasionantes, promesas deshilachadas bajo una sombrilla y hasta “elecciones primarias” para elegir al que encabezará una Lista (no para elegir a los representantes políticos). Vuelven los antiguos charlatanes a recordarnos las drásticas decisiones que han de tomar. Consideran la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año un acto supremo de responsabilidad colectiva, aunque para ello tengan que pactar con el diablo, como hizo Fausto (Goethe), la conservación de su poder político (su juventud) a cambio de entregarle los restos del Estado (su alma). Sin escrúpulo alguno, lanzan a los ciudadanos como un ultimátum la necesidad del retraso de la jubilación y el recálculo de su cuantía para mantener el sistema actual de pensiones, callando el despilfarro descomunal en subvenciones sin sentido y en gastos de mantenimiento de cientos de entes y órganos públicos sin actividad productiva y permitiendo miles de prejubilaciones, como las que se derivarán de las fusiones de Cajas de Ahorro. Su verborrea no ha cesado, siguen predicando que gastar y gastar es la única manera de salir de la crisis, da igual abrir zanjas y después cerrarlas que llenar una mina abandonada de billetes, taponarla y abrirla de nuevo, para poder ocupar a la gente en la búsqueda del tesoro. Siguen creyendo que ofrecer dinero barato es un acicate para pedir préstamos y gastarlos en cualquier cosa o invertirlos en malos proyectos que tarde o temprano habrá que liquidar. Su milenarismo y su pensamiento ilusorio (wishful thinking) chocan con la dura realidad: uno y otro método apenas han logrado la ansiada reactivación, el paro sigue en niveles altos como antes de la siesta estival, cebándose en nuestros jóvenes que hacen las maletas para huir de un país sin futuro; las deudas públicas y privadas corroen nuestra economía; y la imagen de España cae en picado (según el Informe Global de Competitividad 2010-2011, publicado por el World Economic Forum). El megáfono septembrino de la tómbola política nos anuncia que los detentadores del poder político harán que todo vuelva a comenzar, como por arte de magia. Parece que el país regresa de un largo veraneo o despierta de una larga siesta estival en la que ha estado confortablemente entumecido (“comfortably numb”, Pink Floyd).