Esperant l'efecte papallona (foto: kodachrome65) De la necesidad totalitaria, virtud falsa Los políticos, intelectuales, y tertulianos de este Régimen, que ocupan la práctica totalidad de los periódicos, radios y televisiones de la libertad de expresión en el país, nos van a relatar con incontables erudiciones, los mil y un detalles del inevitable espectáculo de lucha por el encabezamiento de la lista de un partido político en la próxima campaña electoral. Los españoles de todo sentimiento asistiremos a esta lid, entre la Sra. Jiménez y el Sr. Gómez u otros, mediados por esa legión de intermediarios, que como locutores deportivos, azuzarán nuestras pasiones e inducirán nuestras preferencias por uno u otro. Tendremos papel único, de espectadores pasivos. Nos darán el gato de unas primarias de partido como si fuera la liebre de una democracia política, que no existe. No confundiremos la debilidad relativa en que se encuentra el órgano directivo del PSOE, la necesidad de recurrir a unas primarias para elaborar su lista electoral en vez de hacerlo a dedo -procedimiento normal que en esta ocasión ha fallado- con la virtud de una política democrática. Encabece uno u otro, no cambiará lo esencial. Lo que por nada del mundo dejará de hacer ningún partido político de esta partidocracia es aquello que imprime naturaleza totalitaria a la política de este régimen de la Transición, que muchos creen o hacen pasar como democrático: la elaboración de la lista electoral de la que salen juntos, en una única convocatoria, las personas que ocuparán los poderes ejecutivo y el legislativo, y nombrarán el poder judicial. Estos políticos de lista, instalados en el Estado, venerarán, expresarán temor u obediencia a quien verdaderamente los ha elegido, al partido político, que no a los ciudadanos. El partido o partidos se hacen dueños de los poderes concentrados del Estado. Los partidos, y en ellos sus ejecutivas, son los verdaderos dioses de esta política, los que pueden hacer y deshacer. Ni hay pueblo soberano, ni partido perfecto, ese que cada uno cree llevar en su fuero interno. Con estas reglas de juego, las derechas parecen izquierdas y las izquierdas derechas. Todas las ideologías están mediatizadas por igual en una misma política, no democrática, de gobierno del Estado. Con esta política se hace dejación de aquello que hubiera de formar parte de nuestro patrimonio humano colectivo fundamental, la libertad para separar los poderes del Estado y de elegir y revocar directamente a los representantes políticos. No hemos debido percibir la implicación que esto puede tener, si no ya para cambiar la naturaleza de la especie humana, sí para corregir mejor las condiciones en que sus individuos se desenvuelven: la ambición de poder, el oportunismo y la corrupción material y moral. Pero como sucede en la evolución de muchos sistemas naturales, la modificación de las condiciones externas de su equilibrio actual, puede propiciar que pequeñas perturbaciones den lugar a la liberación de una energía potencial hasta entonces latente, que haga necesaria la búsqueda de un nuevo equilibrio en la relación de sus partes constituyentes.