Weather worn (foto: Monster) El desgaste Una de las tareas que se imponen a un movimiento ciudadano aspirante a conquistar la libertad política es la de introducir en la opinión pública la idea de que, en la partidocracia, los partidos ni representan los intereses de nadie en concreto ni los de todos en general. Sólo los suyos propios y sus afiliados. A pesar del evidente desgaste en credibilidad de los partidos (que, según una estadística, alcanza en Andalucía un porcentaje de la población al menos equivalente a los que apoyarán al PSOE), el ciudadano común sigue necesitando alguien que le represente. Y es aquí donde la libertad política debe meter una de sus cuñas: demostrar que, con el sistema actual, la representación a la que aspira será una y otra vez traicionada.   Que haya quien sigue confiando en los partidos indica no sólo servidumbre voluntaria. Apunta también a la necesidad de ser representado. Esta necesidad debe ser tomada como motor de una exposición diáfana de hasta qué punto aquélla se ve impedida por un sistema electoral no representativo como el actual. Una vez clarificado este punto, y ofrecida una alternativa sencilla y practicada en otros países (es decir, no utópica), la única dificultad reside en proponer un esquema de acción realizable para conquistar lo que no tenemos y deberíamos tener.   Aunque los partidos volverán a germinar de la sociedad con un sistema electoral representativo –pues, como decimos, responden a la necesidad del ciudadano de ser representado– y aunque siempre existirá un margen de incredulidad –benigna, deberíamos añadir– con respecto a la representación, la situación habrá cambiado por completo si, en lugar de las extraordinarias vaguedades ideológicas con las que nos azuzan  los partidos   –las  cuales,  repetimos, responden simplemente a una ambición de poder de partido incontrolada–, tenemos un método de representación sometido al mandato imperativo de un representante concreto, elegido por su mónada o distrito, y afiliado o no a un determinado partido. En estas circunstancias, todos los que, sin querer estar al frente de los asuntos políticos de su comunidad, estén al tanto de lo que más les afecta, podrán exigir a sus representantes que actúen como prometieron. Y además, como en el mercado, los diversos candidatos serán sometidos a las leyes de la competencia.

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