Gordon Brown (foto: Downing Street) Al pueblo británico *   En una reunión del nuevo “Consejo de Renovación Democrática” se acordó considerar el cambio del sistema de elección de los diputados por el así llamado “voto alternativo”. Parece cuando menos raro, si no sospechoso, dirigirse a una reforma electoral que reforzaría la legitimación como consecuencia de un escándalo de corrupción que surgió de una falta de control y no de una falta de representatividad. Con esta reunión, Gordon Brown lanza la última iniciativa en su intento desesperado de evitar la convocatoria de elecciones generales y lo que es más importante, las reformas realmente democráticas necesarias.   Primero, la falta de separación de poderes entre el parlamento y el poder ejecutivo es lo que permitió a Gordon Brown sentarse como Primer Ministro tras la dimisión de Blair. ¿Le habrían votado los electores británicos si se les hubiera permitido la libertad de elección? Ciertamente no, y Brown lo sabe. Segundo, la Cámara de los Lords debería ser elegida democráticamente por la gente, si no desmantelada por completo. ¿Qué podría ser más ajeno a la democracia que ser obligados a elegir candidatos designados por la Reina en consejo con el Primer Ministro? ¿Dónde podríamos encontrar la representatividad y la separación de poderes en Cámara tal? ¿Podrían sus méritos prevenir las actuales crisis económica y política? De hecho, ¿por qué tenemos que pagar por “extra-representación” en absoluto? ¿Más gastos en política? ¡No, gracias! Y tercero, el sistema de voto alternativo no resuelve el problema de falta de control sobre los diputados. Si se requiere mayor legitimidad sería suficiente añadir una segunda ronda de votaciones para evitar la paradoja de Arrow. Pero ese no es el punto clave. De hecho, si quisiéramos impedir futuros escándalos de corrupción, aparte de la separación de poderes y auditorías externas, cada distrito debería tener el derecho a destituir a un diputado corrupto en cualquier momento. Fue el discurso de Edmund Burke a sus electores de Bristol el 3 de noviembre de 1774 el que rompió el mandato entre electores y sus representantes, reemplazándolo con un nuevo culto de adoración y juez etéreo, la Nación. Es hora de hacer bien las cosas y aceptar una oportunidad de las de una en un siglo. Estamos cansados de mentir para apoyar paradigmas viejos y antidemocráticos. Es nuestra oportunidad de caminar hacia una verdadera democracia. No la desperdiciemos.

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