Leire Pajín (foto: P. Socialista) A pesar de la escasa importancia política que tiene el Parlamento Europeo en el entramado de instituciones que forman la “Unión Europea”, los candidatos de las “Listas de Partido” que compiten para conseguir parte de los 50 escaños reservados a España, y sus valedores, han tratado de convencer a sus huestes, y de paso a los incautos mirones, de la bondad de sus propuestas y de la trascendencia de su elección. Para ello han utilizado una panoplia de argumentos dignos de ser tenidos en cuenta por aquellos estudiosos de la mente humana que investigan las causas de la idiocia. A pesar de todo, me dediqué a buscar restos de vida inteligente en las peleas electorales, que sus contendientes consideraban una lucha política de altura para poder ser elegidos representantes de España en el Parlamento Europeo, y de esta forma poder evaluar el nivel de la clase política que dirige los destinos de mi país. En este rastreo me topé con una campaña electoral que ha hecho gala de la zafiedad como forma de comportamiento social. En las reuniones mitineras lanzaban insultos de mal gusto, chistes pasados de moda y frases graciosas con sabor rancio. Pude observar cómo los diversos partidos políticos, sobre todo los considerados mayoritarios, sacaban de sus jaulas doradas a los dinosaurios para ser aplaudidos por la multitud adocenada. Cegado por un resplandor (o por el espanto) vi cómo una dirigente se colaba por una rendija del espacio-tiempo y con una mente visionaria, anunciaba esto:”les sugiero que están atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta. La coincidencia en breve de dos liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico: la presidencia de Obama en Estados Unidos y la presidencia de Zapatero en la Unión Europea en tan solo unos meses…” (Leire Pajín). Por un deseo irrefrenable de seguir viendo la saga electoral, escuché algún debate entre los cabezas de Lista y sus segundones y pude comprobar que estaban compuestos de pequeños monólogos memorizados o leídos que no seguían el hilo de un debate político audaz y apasionado, de críticas mordaces y cargadas de inquina y de réplicas vacías de argumentos y repletas de mala leche. ¡Vaya tropa! Al no encontrar una mínima inteligencia política en el suelo hispano, he considerado que mi salud mental requiere no participar en esta manifestación de la estupidez humana ¡Feliz Abstención!