La Piedad, Miguel Ángel Belleza artística La belleza artística deriva de la expresión de sentimientos tan preclaros, que ni la fealdad, la vejez, el martirio o la muerte, en lo representado, pueden oscurecer. En el arte de lo bello, la esperanza de dignidad no sucumbe en las pesadumbres personales, ni en los aconteceres inhumanos de la historia. Surge de la confianza instintiva del individuo en la fuerza moral y estética de sus sentimientos vitales, superior al padecimiento de las ambiciones y pulsiones del poder, que excavan en la humanidad galerías de dolor y humillación. La esperanza ha sido motora de humanidad en las civilizaciones y promotora de belleza en las artes. La belleza surge de la materia, si la obra no ahoga la sinceridad del sentimiento que la inspira; y la define el alarde de la razón técnica en el oficio, si esconde el artificio. El afán de poder busca en provecho de su gloria, la apariencia de belleza. Pero lo que brota de la expresión intuitiva de una obra genial no puede asentar el poder estatal, porque ella misma implica una ruptura de la relación anterior del hombre con el mundo. El ideal al que responde el arte precede a sus realizaciones. Sin negar la importancia de las ideologías de clase en el arte, ni que la escultura y la pintura pueden ser vehículos ideológicos equiparables a la literatura; sin ignorar que la lucha de clases se ha valido del arte para conseguir otras finalidades distintas de las estéticas; sin desconocer que muchas obras de gran belleza tienen, además de su propia estética, un mensaje ideológico para halagar, propagar o defender un interés de clase o de categoría social; sin omitir que ciertos tipos de belleza los imponen las clases dominantes a las dominadas, para que éstas los asuman como propios; sin embargo, sería signo de fanatismo político pretender que la belleza particular de una obra de arte expresa, por necesidad histórica, la formalidad estética de una clase social. Una cosa es que el proceso histórico de producción artística esté condicionado, como la producción científica, por la dominación de mercado, y otra muy distinta trasladar esa determinación histórica al producto, a la expresión de la obra de arte o de la ley física. Esos productos no son burgueses ni socialistas, sino solamente bellos o verdaderos. No pertenecen a ninguna clase, a ninguna época, a ningún país.