San Juan Bautista, Leonardo Erótica de lo similar La belleza del cuerpo humano comenzó a idealizarse exagerando los senos y glúteos de la hembra, y dando al pene la monumentalidad de un poder divino. La concreción de lo erótico en esos símbolos desproporcionados se ha explicado con leyes de la evolución biológica. El fortalecimiento de los glúteos, que trajo consigo el modo erecto de caminar, dificultó el embarazo en la cópula dorso-ventral. El amor cara a cara, la "bestia de dos espaldas", como lo definió Shakespeare, fue la solución fálica al problema de la reproducción humana. La belleza pudo reducirse entonces a mera cuestión de semejanza facial. La antigua creencia de que lo semejante tiende a lo semejante fue respaldada, en tiempos recientes, por la biología genética de la "adaptación inclusiva". La atracción entre genes iguales. La belleza corporal, atributo exclusivo de la comunidad sanguínea, y la fealdad, rasgo extraño de otras comunidades de sangre, fundaron la estética del racismo, la xenofobia y el nacionalismo. La necesidad del rapto de hembras y del don de la mujer, impuesta por el tabú del incesto, creó otros criterios estéticos y superó los mecanismos instintivos del enamoramiento vecinal. La preferencia por lo semejante continuó procreando rasgos comunes. La humanidad nunca ha dejado de parecerse a sí misma. Pero la nueva atracción por lo diferente engendró bellezas singulares. El cruce de sangres metió la aventura y el peligro en el amor heterosexual. Raptada o donada, la mujer salió de su comunidad de sangre y entró en la sociedad política como una sospechosa extraña. El feminismo se inició como reacción contra la desigualdad que produce la extrañeza social de la mujer activa. El tabú del incesto, el monopolio patriarcal de las hembras y el temor a la mujer extraña abonaron con sentimientos totémicos la admisión social del amor homosexual. Hoy asistimos a la moda de una desviación andrógina del proceso natural, como sustento larvado de la homosexualidad concebida como progreso.