“El Banco de España es prácticamente el único supervisor de la economía española que conserva su independencia, pero dicha independencia puede estar a punto de acabarse si los socialistas se salen con la suya en cuanto a la sucesión de Jaime Caruana y Gonzalo Gil como gobernador y subgobernador del Banco de España. Tradicionalmente, el partido en el poder designaba al candidato a gobernador y el principal partido de la oposición hacía lo mismo con el candidato a subgobernador. Esta es una tradición que se ha mantenido prácticamente a lo largo de toda la democracia…”. No es necesario desvelar más de estas líneas que fueron publicadas, en junio del año 2006, por el bando mediático contrario al PSOE. A la postre, el gobernador de marras, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, echó una decisiva mano en el triunfo electoral de los socialistas con sus declaraciones tranquilizadoras sobre el sistema financiero español, ocultando, en aquel delicado momento previo a los refrendos generales de marzo de 2008, los datos que el organismo regulador había recopilado sobre la crítica situación económica. No hay que ser ningún gurú para apreciar lo previsible. Esto es que MAFO actuó con total normalidad al favorecer, o al menos no entorpecer a aquellos a quienes debía su puesto. La semana pasada, el gobernador del Banco de España anunció la merma del Fondo de Reserva de la S.S. y el consiguiente peligro que se cierne sobre el sistema de pensiones. Los mismos periodistas y opinadores que habían censurado sus silencios y denunciado sus mentiras creen súbitamente en su palabra, cuando lo único que ha cambiado es que con sus declaraciones perjudica ahora al Gobierno del PSOE. Más allá aún, el pasado viernes, en un influyente espacio matinal del referido bando liberal, se defendió a MAFO de las iras del ministro de Trabajo y los sindicalistas de la UGT. Uno de los tertulianos acusó además a los susodichos de “indigencia intelectual” al respecto, puesto que “(…) el gobernador del Banco de España es un órgano independiente nombrado por el Parlamento, por el Gobierno”. “Debería”, le corrigió entonces el director del programa. “Formalmente lo es”, terminó sentenciando aquel. Respecto a la consecución de unos determinados fines, el elemento formal compone lo material pero jamás puede ser contrario a él. La cierta oposición oportunista-partidista entre lo formal y lo material que todo este episodio político-mediático demuestra, hasta reconocerlo cínicamente, pone en evidencia la total falsedad institucional del Estado de Partidos alumbrado por la Monarquía posfranquista, que ha de remitirse propagandísticamente a unos fines así imposibles de conseguir. Pero esto debe ser un secreto al que sólo se puede aludir con ocasional sorna.