Mary Anne Evans, George Eliot Aunque nuestra labor como analistas políticos tenga que encarar aquellas convulsiones del devenir histórico potencialmente capaces de producir un cambio decisivo en la estructura de nuestra sociedad, no deja de ser cierto que al inicio eran simples motas de polvo. Lo que los historiadores conocen como devenir histórico es tan sólo, siguiendo la metáfora, la acumulación de una leve capa de polvo sobre otra. De ahí que en ocasiones una mirada aguda pueda percibir, con sólo contemplar un arabesco del movimiento presente, el sentido espiritual de una era: “Pues el bien creciente del mundo depende en parte de actos a-históricos. Y que las cosas no nos hayan ido tan mal a ti y a mí como de hecho podría habernos ido se debe cuando menos al número de aquéllos que vivieron con lealtad una vida oculta, y que descansan en tumbas sin visitas.” (Middlemarch, Finale) Así pone la escritora George Eliot (1819-1880) broche a su extraordinario –en realidad verdaderamente milagroso– “estudio de una ciudad de provincias”. Pues los sujetos anónimos que hacen el bien sin pedir nada a cambio y sin querer resaltar, ni ante los otros ni mucho menos ante la Historia, fraguan la densidad moral de una sociedad, que será decisiva a la hora del cambio de régimen político. Éstos podrán estar divertidos en lo que a lo político se refiere –como, si no me equivoco, hemos estado casi todos nosotros–, pero gracias a su lealtad a principios de decencia personal y pública han logrado fertilizar el suelo de la sociedad civil, la que engendrará a la sociedad política. El mencionado corolario de la genial novelista inglesa parece la reverberación de la voz del Estagirita a través de los siglos: “La investigación de la verdad es en cierto sentido difícil, pero en otro fácil. Una indicación de ello se encuentra en el hecho de que nadie es capaz de llegar adecuadamente a la verdad, cuando, por otra parte, colectivamente nunca fallamos: todos decimos algo verdadero acerca de la naturaleza de las cosas. Y mientras que individualmente contribuimos poco o nada a la verdad, con la unión de todos una cantidad considerable de verdad es amasada” (Metafísica, 993b). Se van sumando posos en la sociedad, no sólo de descontento sino de verdad y lealtad. La democracia es inevitable.