Manifestación estudiantil (foto: Alberto Rey) Las recientes manifestaciones estudiantiles contra el Plan Bolonia nos traen, a los que vamos teniendo unos años, recuerdos de otras épocas algo más conflictivas. En los más duros y reivindicativos años 80 los estudiantes se ponían en huelga debido a las reformas educativas que el ministro Maravall impulsaba. Era la época del Cojo Manteca et al. Analizando ahora, con la ventaja de los años pasados, lo que las reformas iban a traer a la educación media y superior de España (informes PISA, universidades mediocres, masificación estudiantil, formación profesional infrautilizada, y un largo etcétera…), quizás nos tendríamos que haber opuesto con más fuerza.   Las manifestaciones de hoy en día son, afortunadamente, más pacíficas pero los que las habitan parecen los mismos de siempre: las mismas banderas estrelladas, las bufandas palestinas, las camisetas del Ché… los nuevos revolucionarios de Zara y rebeldes de playstation dan la misma impresión que hace veinte años: juventud manipulada por unos pocos que gustan de hacer ruido. Algunos de aquellos jóvenes líderes estudiantiles acabaron siendo con el tiempo altos cargos socialistas, con su coche oficial y su tarjeta de crédito a cargo del ministerio. Veremos donde acaban los de ahora.   La reforma Bolonia puede no ser perfecta, pero es una modernización muy necesaria de la Universidad, especialmente necesaria en España, en donde la institución mantiene prácticas que recuerdan al medievo, donde el "derecho de pernada" académica, la endogamia flagrante e incluso el nepotismo son prácticas que de tan habituales se aceptan como normales. En España sobran universidades, y posiblemente universitarios, una hipoteca que hay que atribuir a las caciquiles parcelas de poder que las comunidades autónomas han fomentado. Debemos ser de los pocos países del mundo que permitimos que un estudiante se pase 10 o más años utilizando fondos públicos para su supuesta formación. Todo el mundo ha de tener derecho a recibir una educación superior, pero eso no significa que todo el mundo deba tenerla. Es necesaria una mayor exigencia, y la introducción de la competitividad en la Universidad española. Lo contrario es seguir dejando las cosas como están, es decir, mal.

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