Ibarreche y Mas (foto: Politics and Meetings) El ego es una fase intermedia. Y no conviene confundir la anterior con la posterior. Mientras que un ego que no está bien, o todavía formado, sucumbe con más facilidad a las brutales imposiciones de un mundo en constante expansión y repleto de estímulos inauditos, un ego conquistado que no procura de algún modo superarse a sí mismo acaba por morder el polvo de su propia miseria y limitación, aun a pesar de conservar una cierta coherencia interna. No obstante, ningún equilibrio puede ser feliz si no está abierto a lo desconocido.   Una transcendencia de nuestro pequeño círculo es, pues, signo de salud mental, bien sea en el dominio del arte (subjetivo), la ciencia (objetivo) o la política (intersubjetivo e interobjetivo). Ningún sistema político, como ocurre con los sistemas de la personalidad individual, puede ser saludable si se cierra sobre sí y si ni siquiera otea la posibilidad de otra cosa. El régimen actual español ha logrado moverse, dentro todavía de este círculo cerrado que no conoce la voz de la transcendencia, desde el imperio unívoco (Franco) a otro equívoco (oligarquía de partidos). Mas la sujeción a su puerco mundo es idéntica. Hiede todo lo cerrado sobre sí, donde lo único que cuenta es el neurótico tejemaneje de sus actores y donde jamás ha entrado viento que pueda considerarse fresco.   Quienquiera que vea a través de nuestra demasiado obvia podredumbre política sabe que importa mínimamente si en Galicia o el País Vasco gobierna el PP, el PSOE, o los nacionalistas. Pues pactarán de espaldas al público todo lo que no está ya pactado desde hace décadas, y no dejarán que píen cualesquier voces fuera de su ominoso círculo.   Sin pretensión alguna de hercúlea heroicidad, hay quien está dispuesto a limpiar la porquería dispersada hasta hoy por doquier; hay quien está dispuesto a invertir energías por el bien público, no ya cargados de simples buenas intenciones y fabulosas ideas, sino habiendo estudiado con cuidado la situación y los peligros que encierra una intervención desde dentro de la pocilga. Ciudadanos que se levantan cada día indignados por tener que respirar en una atmósfera tan contaminada, y que tienen el pomo de la ventana ya en sus manos. Ojo, los porqueros actuales quieren hacer creer a todos que son ellos.

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