Muy pocos pensadores han avanzado reflexiones genuinas sobre el concepto de conciencia política, en el sentido dado a la expresión “toma de conciencia”. El grado de satisfacción con la naturaleza del poder instalado en el Estado determina la escala de la conciencia política en gobernantes y gobernados, en virtud de un sentimiento preponderante que identifica el poder con la verdad, en dictaduras y oligarquías de partidos, en lugar de establecer una relación permanente de igualdad entre verdad y libertad política, que es el descubrimiento nuclear de la democracia formal. Desde la guerra fría, la conciencia política ha sido atributo exclusivo de los gobiernos, medios de comunicación y sectores sociales que sostienen el Régimen, cualquiera que sea su naturaleza. Así se comprende que, durante sus jefaturas, Franco, Juan Carlos, Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy hayan definido, en cada momento, la mejor conciencia política de los españoles, la más adecuada a la armonía de su pensamiento con la realidad de la clase de poder en el Estado. En consecuencia, habríamos de reconocer que esos personajes, con sus partidarios, han sido los más responsables en la acción política, y que los negadores de legitimidad a la dictadura o a la monarquía oligocrática carecen de conciencia política y son irresponsables, al ignorar la relación de igualdad entre poder y verdad. Pero desde un punto de vista científico, y por ello, realista, quienes mejor conocen la verdadera naturaleza de cualquier Régimen de poder son los que se oponen a él, y lo combaten, en nombre de la libertad. Ellos son los únicos gobernados que, con suficiente conciencia intelectual de la relación subordinada de la Sociedad ante el Estado, han accedido a ese grado superior de la conciencia política que sólo obtiene satisfacción con la conquista de la libertad para todos los ciudadanos, rompiendo la exclusiva de poder detentada por partidos y sindicatos estatales. Una conciencia difícil de alcanzar por la razón política, si no media un gran acontecimiento sentimental que desnude la falsa identificación del poder estatal con la verdad. Por eso, la judicatura descontenta de su postergación, pero ignorante de la causa que la determina, está accediendo a un preliminar estado de preconciencia política que le presta energías para desafiar al Gobierno, con protestas colectivas o huelgas, pero no las suficientes o autónomas que necesitaría para cambiar un Régimen que no puede legalizar, sin destruirse, la separación en origen de los poderes estatales. florilegio "Como las intuiciones, la preconciencia está en la antesala del conocimiento."