Evolución del Paro (gráfico del INE) El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar la Encuesta de Población Activa (EPA) relativa al cuarto trimestre de 2008 con unos datos demoledores, aunque esperados, pues otra fuente oficial, el SPEE (antiguo INEM), mes a mes nos ha ido helando el corazón. En España hay 38,4 millones de personas mayores de 16 años (de los más de 46 millones de habitantes), de las que considera activas 23.064.700. De éstas, 19.856.800 están ocupadas y 3.207.900 paradas, el 13,91% de la población activa. Los resultados de la encuesta muestran que: a finales de 2008 había 1.280.300 parados más que el año anterior (ver en el gráfico la espectacular subida); han engrosado las filas del paro 609.100 personas en el tercer trimestre; la bolsa del paro se ha instalado en el sector Servicios (1.147.500), en los parados de larga duración (789.100) y en la Construcción (584.900); había 827.200 hogares con todos sus miembros desocupados. Este incremento del número de parados es el efecto más grave que está produciendo nuestro sistema económico en el que las empresas cada vez tienen menos actividad al no vender sus productos y servicios por ser demasiado caros o menos apetecibles en el mercado global en el que nos movemos. Este incremento de la tasa de paro (Holanda, Dinamarca o Austria estiman un 5% para 2009) es un fracaso colectivo de la sociedad que puede traducirse en un estallido en cualquier momento (¿cuál será ese nivel?). Ante esta situación, las organizaciones sociales culpan de esta subida al sistema, al Gobierno más cercano o al oponente político aunque no dirija ninguna esfera administrativa; por su parte el Gobierno, ante este fracaso político, puede verse empujado a practicar un nuevo proteccionismo como solución a la falta de demanda de esos productos nacionales (antes podía parchear la situación con una devaluación de la peseta). Desde un punto de vista personal, el paro es un drama humano que corroe la mente de las personas que lo padecen al pensar que su vida es un fracaso personal y profesional. Muchos parados interiorizan esta lacra social y se consideran unos perdedores al no ser útiles a su familia ni al entorno social en la que viven por haber escogido una profesión sin futuro o no haber alcanzado un status mejor, no sujeto a los vaivenes de los ciclos económicos.