El trigésimo aniversario de la Constitución de 1978 se celebra sonoramente en la España oficial. Pero carece de valor. Y es que no es necesario ponerse de acuerdo en algo en lo que todos deben coincidir, exigido como condición previa de su medrar. Así los medios de comunicación son unánimemente adictos al actual Régimen de poder, porque cuando no nacieron de él, por él fueron convalidados. Su misión consiste en simular el pluralismo civil para encajarlo en los partidos políticos del Estado, recreando así un ficticio consenso social respecto a la Monarquía. La señalada fecha está incorporada en su liturgia. Franco y Juan Carlos I (foto: Jaime de Urgell) Sin embargo, una parte del periodismo se ha distinguido en la denuncia de los chanchullos, la corrupción y los abusos del poder (recuérdese que llegando hasta la insuperable cota del crimen de Estado). Mas esa postura ética de cariz axiológico, que parece traspirar el desvelamiento de tan luctuosos hechos, choca frontalmente con su obligación moral deontológica, que les lleva a enterrar su evidente causa normativa-institucional, como si la imposibilidad de elección democrática personal de los responsables políticos o la ausencia de división del poder desde su origen les fueran ajenos; preservándose así la tan indispensable como ilusa alternativa de partido. De su afán por salvaguardar esta Carta Magna que tanto encomian, surgen esas estrafalarias teorías del “cambio de Régimen” o de “un Régimen dentro del Régimen”; lo que, si fuera cierto, en todo caso mejoraría la Constitución de perniciosa a inútil, pues, ¿de qué sirve tal Ley si no dispone de los medios efectivos que aseguren su cumplimiento? Con el paso de los años y el pesar de los hechos, llegará un momento en el que la inmundicia intelectual y el cinismo atroz no bastarán para sostener el Estado de partidos juancarlista. Y la crisis económica y el elevado desempleo van a actuar como catalizador. La necesidad de un verdadero periodo constituyente con libertad política, algo que precisamente se nos escatimó hace tres décadas, se abrirá camino por sí misma desde la sociedad civil. Los medios de comunicación y los líderes de opinión que lo obstaculicen habrán unido definitivamente su destino al de esta Monarquía; los que no cierren el paso a sus referentes públicos serán estimados; y quienes incluyan en su agenda la causa de la verdad y de la libertad pasarán a la Historia.