Fue hace dos noches. Los judíos residentes en Alemania y Austria cenaban, leían, dormían o hacían el amor cuando entraron los uniformes de multitud a buscarlos. Algunos de aquellos fueron linchados, miles deportados, muchos robados, violados o insultados, los más afortunados sólo humillados ante sus familias. La noche de los cristales rotos.   Fue anoche. Los españoles trabajaban, se nutrían o entretenían cuando la Banca, el sindicalismo vertical y el Gobierno de partido, entraron por la ventana. Si nuestros compatriotas eran enviados a la ruina o padecían una severa reestructuración de sus economías, si todos padecíamos una nueva conculcación del derecho a decidir para que España (la ajena) pudiera acudir arropada a la cumbre del asiento cedido, nadie los supo. El silencio aquiescente de quienes no deciden nunca, los ciudadanos, se impuso de nuevo. Los devastadores pidieron al Estado medidas de control para sí mismos porque lo sienten suyo: su policía, su abogado, su representante y su juez. Quizá también su amante y su chulo. La noche de los usurpadores amables.   Pessoa y el "diálogo social" (fotos: nfcastro y Partido Socialista) Fue hace cuatro mil noches. Los brutales nazis y los gentiles usurpadores no contaban con la ambición de la libertad y Pessoa entró en la mentalidad con estos versos:   Vivir no es necesario; lo necesario es crear. No cuento con gozar de mi vida; ni en gozarla pienso. Sólo quiero hacerla grande, Aunque para eso tengan que ser mi cuerpo y (mi alma) la leña de ese fuego.   Noche de los latidos grandes, los que se escuchan siempre. Noche de libertad.

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