Logotipo del CRG centro puntero catalán en ciencia El pragmatismo catalán encuentra su mayor expresión a la hora del comercio y la rentabilidad económica. Cuando se trata de vender cuentas de ahorro, botellas de cava o asegurar 20 goles por temporada, se olvida la inmersión lingüística y la rotulación en catalán, se inserta en los medios publicidad más pro-española que el ABC, y se ficha a la última figura del fútbol africano. En el área científica ha sucedido algo parecido en los últimos años, y ello ha llevado a la Comunidad Autónoma catalana a ser la locomotora nacional en el área de la investigación.   La revista Nature, considerada junto con Science una de las referencias en la investigación mundial, acaba de dedicar un especial a Cataluña dentro de lo que ellos consideran “el resurgimiento de la ciencia española”. En esta comunidad se han invertido sumas multimillonarias para primero construir centros de investigación, llenarlos de figuras ilustres y jóvenes científicos prometedores a base de ofrecerles no solo los medios para investigar, sino también condiciones laborales y salarios competitivos al más alto nivel. Para ello han contado con el personal humano más capacitado independientemente de su nacionalidad de origen. Porque a la hora de hacer ciencia, de producir resultados aplicables al beneficio de la sociedad en su conjunto, o de obtener rendimientos económicos de la investigación, la lengua materna de cada uno es irrelevante. Paradójicamente, Cataluña se situó entre las últimas comunidades autónomas españolas en el último informe PISA. La inversión en ciencia que se ha realizado en Cataluña ha sido enorme y deja al resto del país en la más absoluta evidencia. Solo en el País Vasco parecen haberse dado cuenta de que ese es el camino, y olvidando por una vez los requerimientos lingüísticos, están imitando las políticas catalanas de inversión y contratación en materia científica. Por el contrario, las pocas iniciativas surgidas en otras comunidades se ven lastradas por intereses políticos, estructuras ancestrales y prejuicios de plaza de pueblo.   Por ello sorprende que cuando se empiezan a ver los frutos de la inversión catalana, los políticos de la oligarquía se saquen de la manga normas absurdas, obligando ahora al profesorado universitario a dominar el catalán circunscribiendo asi la Universidad al reino del interés político y alejándola de la meritocracia necesaria para la producción de conocimiento universal.

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