De aquella intimidad en la que se resolvían los asuntos domésticos de los partidos políticos a esta obscenidad con la que se airean sus manejos internos, media la transubstanciación estatal de esas organizaciones. Aunque algunos dan tanto crédito a lo que opinan como otros a los que saben, jamás, en la historia de un partido de masas, se han observado procedimientos democráticos: pactos oligárquicos en los partidos liberales y socialistas, o jefaturas carismáticas en los fascistas y comunistas, o bien una síntesis partidocrática de esos métodos tradicionales. Resulta tan ilusorio buscar vida democrática en ciertos sitios, como agua en la Luna; y lo de reclamarla, apelando a la Constitución, no es más que el oportunismo o cinismo característicos de las primarias mentes periodísticas e intelectuales del oligopolio editorial. Un mal régimen daña más a lo que es excelente por su condición que a lo que no es más que mediano. Por eso, en el seno del PSOE, crecen figuras como las de Leire Pajín -cogió su carnet con quince años-, secretaria de Organización, José Blanco, vicesecretario general, o Manuel Chaves, reelegido presidente del partido. El hábito de seguir las consignas y esperar las prebendas no es sino una larga práctica, que acaba en los funcionarios de la pseudoizquierda estatal, por ser su propia naturaleza: la nueva Ejecutiva ha obtenido el respaldo del 98,92 por ciento de los votos. En el discurso de clausura del 37º Congreso Federal, el señor Rodríguez Zapatero ha soslayado cómo piensa afrontar la crisis económica, pero no ha dejado de acusar a “quienes se regodean en las dificultades”. El presidente no alberga dudas sobre nuestras posibilidades, y con “desafíos” tan perentorios como el aborto, la eutanasia y el laicismo, acometerá “la transformación” de España, para que “los valores humanos prevalezcan sobre el dinero y el poder”. Francamente irrisorio, si no padeciéramos la Monarquía de partidos donde ejerce su mandarinismo este Mr. Chance sin el talento interpretativo de Peter Sellers. Zapatero ha concluido que no debemos abandonarnos al “fatalismo histórico de este país”. En efecto, frente a la instituida sociedad limitada de partidos estatales, ha de emerger la libertad instituyente de la sociedad civil para arribar a la democracia con esa prudencia que, según Castoriadis, es la “facultad de orientarse en la historia”. Congreso del PSOE (foto: anaconcejo)