Los ciudadanos franceses eligieron directamente al Presidente de su República en la segunda vuelta, ya que en la primera ninguno de los candidatos logró la mayoría absoluta. Un mes después, en las elecciones generales a la Asamblea Nacional, se utilizó el mismo procedimiento para la elección del representante de cada uno de los distritos o circunscripciones del territorio francés. Hace pocos días, en las elecciones locales, se ha podido ver otro tanto de democracia. Como puede verse, en el país vecino son los ciudadanos los que deciden en la primera y segunda vuelta; y los posibles pactos de apoyo a los candidatos que pasan a la segunda vuelta se hacen a la vista de los electores.   Aquí, en España, se desconocen las más elementales reglas de la representación política de la sociedad civil a todos los niveles (nacional, regional y local). En las recientes elecciones generales los votantes se limitaron a escoger una de las Listas que les presentaban. Como el conjunto de las Listas de ningún partido político alcanzó la mayoría absoluta en el Congreso, comenzó esta peculiar segunda vuelta en los despachos de los jefes políticos, sentados en el sofá, de espaldas a los electores y al margen del Parlamento, presunta sede de la soberanía popular.   En los sótanos de los partidos se negocian los apoyos al partido gubernamental y a los presidentes y a las mesas del Congreso de los Diputados y del Senado, calculándose  los costes-beneficios, para que los días de la constitución de las cámaras y de la investidura del Presidente del Gobierno sean el “climax” del consenso. Todo aparecerá “atado y bien atado”, incluso habrá pantomimas (Josu Erkoreka llama cabestro al pactado presidente del Congreso y éste contesta que no dirá ni muu…) que amenicen el encuentro.   Estas jornadas serán días de esplendor del Estado de Partidos, de la unidad de  Poder con separación de funciones, de la representación de una comedia política: las votaciones serán un mero trámite de lo ya decidido en el sofá del partido político más votado. ¡Qué diferencia hay entre el sistema francés y el régimen español! ¡Qué abismo nos separa!   Señores Bono y Erkoreka.

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