Votaré (Foto: César Bojórquez) El último debate me ha hecho decidirme. Creo que debo ejercer el derecho al voto.   Hasta ahora, estaba convencido de que la mejor opción era la abstención. Pero estas elecciones, a diferencia de las anteriores, están resultando apasionantes tanto por la libertad y transparencia del debate electoral como porque el poder está, si bien no de forma total, sí aceptablemente en los electores. Además, lo incierto del resultado final las hace aún más interesantes. Hay que decidirse por uno de los dos candidatos en liza.   El primero de ellos podría definirse como de "derecha centrada". Cuenta con una amplia experiencia; no en vano ha estado muy cerca, durante años, del lugar donde se tomaban las más importantes decisiones del poder. Posee una excelente preparación jurídico-profesional, y un carácter moderado y pragmático. Responde a las expectativas de un electorado poco proclive a "aventuras", aunque sí con intervenciones militares exteriores como las protagonizadas por presidentes anteriores. Quiere hacer avanzar el país con reformas importantes pero siempre "dentro de un orden".   El otro, más joven y "dinámico", podríamos definirlo como un socialdemócrata de centro izquierda,  conecta  muy bien con la población joven y progresista que no ha sido tenida en cuenta por el poder. También lo hace con una población más vieja que siente peligrar las conquistas sociales después de tantos años de trabajo. Un candidato que  expresa el sentir de esta ciudadanía podría ser el catalizador de "otra forma" de hacer política. Por ello mismo es blanco de críticas ultramontanas.   Así pues tengo que decidir: Hilary Clinton o Barak Obama. Y una vez elegido el nuevo Presidente, bien sea Obama, Clinton o McCain, los privilegiados con la libertad política hemos de reclamar un nuevo Decreto que, al igual que aquella Constitutio Antoniniana del año 212 del Emperador Caracalla, conceda la ciudadanía occidental a todos los que ahora no la tienen más que nominal, como les ocurre a los europeos no suizos.   Es injusto que solo tengamos derecho a voto  una minoría de "patricios" del Imperio. No más votaciones "virtuales" sino auténticas y libres.

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