La economía es política. Y no existe un análisis global de lo que el Régimen de la Transición ha supuesto al respecto. Mas desde el punto de vista socioeconómico, si hay algo que llama la atención es que, durante los últimos treinta años, la renta de las familias españolas de clase media se ha reducido a la mitad. Lo atestigua el hecho de que antes sólo trabajaba el cabeza de familia, y ahora se necesitan dos salarios. Éstos son bajos y tienden a serlo más. El precio de la vivienda se ha disparado. La entrada en el euro llevó a un ajuste inflacionario que no se ha registrado y del que todavía no nos hemos recuperado. El consumo es posible a costa del endeudamiento. Además, ahora apenas se tienen hijos y, en la mayoría de los casos, se hace precisa la asistencia  no remunerada de los abuelos para cuidar a los niños. Todo ello a pesar de un continuo crecimiento del PIB.   Una situación como la descrita haría prever una elevada conflictividad social. Sin embargo, los españoles de clase media se toman la situación con inusitado estoicismo, que con la propaganda estatal y el secular dirigismo al que están acostumbrados, hace que no sean ni siquiera capaces de percibir su empobrecimiento. Así, la entrada de España en la CEE y todo su corolario, las transformaciones sociales, como la incorporación de la mujer al mundo laboral, o las “ampliaciones de derechos”, como el matrimonio de los homosexuales, son celebrados como logros de la calificada “mejor etapa de nuestra historia”, lo que oculta la realidad del inmoral enriquecimiento de unos pocos.   Lo anterior no se puede achacar a un solo partido, puesto que se han alternado derecha e izquierda, gobernando ésta más años, sino que es consecuencia de la antidemocrática Monarquía de Partidos, reflejo institucional de los intereses de la oligarquía financiera, cuya política económica ha sacrificado los sectores productivos nacionales. El sistema electoral proporcional con listas de partido, que impone la Constitución del 78, no es representativo, lo que supone una barrera infranqueable para que los intereses de esa mayoría social, que constituyen las clases medias asalariadas, sean debidamente atendidos. Aunque los negocios odian la incertidumbre,  la solución radica en un auténtico proceso constituyente que nos conduzca a una república verdaderamente democrática.   “Money”  (foto: Haltenhof)

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