Cuando todos creíamos que Delfos ya no servía de nada, vino Moody´s a reinstaurar el predominio del oráculo; pero, esta vez, el financiero.
Quien quiera saber que será de todos nosotros a corto, medio y largo plazo tendrá que ofrecer los sacrificios que Moody´s requiere para los mercados financieros: Rebajar el déficit, minorar la deuda, flexibilizar el mercando laboral, aportar más capital a bancos y cajas para que, “Verbum Dei”, se pueda crear empleo cuando empiece la recuperación económica.
Siempre he pensado que los que tenían que aportar capital a la economía eran los bancos y las cajas. Ahora, gracias al oráculo que Moody´s nos presenta, he comprendido que somos nosotros los que tenemos que dar dinero a los bancos y cajas, no sea que empiece la recuperación económica y les falte dinero para que tengamos trabajo. Para trabajar, dice Moody´s, tenemos que pagar, antes todo el mundo creía que pagaban por trabajar.
Si la partidocracia consiguió estatalizar la sociedad a través de los partidos de Estado, los mercados financieros han conseguido, finalmente, digerir a la clase política de la partidocracia para que sea un apéndice más del poder financiero. La pela es la pela para hace al Estado tributario del poder financiero gracias a que la clase política le endeudó para poder gastar y así fijar el voto de su electorado bobalicón.
Los griegos, que han sido despojados de los oráculos por siglos de olvido crucífero, ya no tienen pitonisas; por eso aprenden sobre sus propias carnes, a sangre y fuego todos los días, que la clase político-financiera es la que manda.
No importa que Grecia sea la cuna de la democracia clásica, su Gobierno no representa, ni por descuido, a los griegos; y los pocos políticos díscolos -románticos ellos- que aún les quedaban, han sido expulsados por sus compañeros del ágora, por no ser sumisos a los dictados de su sibila que Moody´s nos manda obedecer.
O se acata el dictado de la sibila financiera o se pierde el escaño. La partidocracia es una y se repliega sobre si misma, como un armadillo, cuando están en juego los intereses de la divinidad.
Que el mundo está cambiando a marchas forzadas es una evidencia innegable. Lo que aún no parece que tengamos claro es quien y para qué está cambiando el mundo. Que nada volverá ser como hasta ahora es seguro.
Pero hemos de tener siempre presente que el motor de ese cambio usa el combustible que sale del boquerel de los mercados financieros. Son los mercados financieros, a los que sirve con fidelidad inquebrantables Moody´s, los que también administran discretamente -o a lo bruto como en Grecia- a la clase política, para que no se descuide en su cometido de administrar a su aturdido y crédulo electorado, para que siga pensando que un día de estos todo nos lo arreglarán ellos.
La clase política se ha entregado, después de todo más vale mantener las gabelas que propicia la política que engrosar por dignidad o patriotismo las colas de INEM. La clase política prefiere que sean otros, es decir, nosotros, los que alarguemos esas colas. La partidocracia sabe que sus privilegios dependen tanto de dar gusto a las deidades del capital financiero como de su capacidad para inventar señuelos que agraden a su irreflexivo y crédulo electorado. Una mano lava la otra.
Los maestros en las escuelas mandan a sus alumnos resolver el siguiente problema:
Un minero chino gana 200 euros al mes y produce dos toneladas de carbón, un minero alemán gana 2.000 euros al mes y produce 10 toneladas ¿Qué minero produce más?
La respuesta correcta ya no es el obrero alemán, sino el chino; pues el chino produce cada tonelada por 100 euros, mientras la del alemán sale a 200. El minero chino produce el doble.
Le han puesto a la pitonisa del oráculo de Moody´s este mismo problema, y lo ha resuelto igual, concluyendo: “El que produce mas barato, puede vender más barato, y por ello venderá mas”.
Un minero español tendrá que producir 20 toneladas al mes por 200 euros de sueldo si quiere que Apolo le describa las bellas vistas del Parnaso, que son algo parecido al Estado de Bienestar, que ya no lo será, aunque le digan, para que se lo crea, que se parece.