Luis Fernando López Silva
Hace pocos días, Telecinco, la cadena del grupo de comunicación Mediaset dirigida por el inefable Berlusconi, cumplió 25 años de emisión en nuestro país. Aun no sé si para bien o para mal. El caso es que susodicha cadena terminó el año 2014 con unos índices de audiencia envidiables y sigue superando las estadísticas según avanza el 2015. Lo indiscutible es que en este cuarto de siglo la cadena ha confiado casi el cien por cien de sus contenidos a la ordinariez, el desparpajo, el morbo y la idiotez colectiva, es decir, el 90% de su programación la ha dedicado a embrutecer un público desarmado culturalmente que no ha sabido reaccionar ante el despliegue masivo de una televisión vacía, inculta y soez, dedicada al entretenimiento de las pasiones más viles del ser humano. Lo paradójico es que con este tipo de parrilla televisiva ofertada o ¿demandada? la cadena ha sido líder en audiencias y prime time, lo que no deja de ser un misterio social para análisis de sociólogos y psicólogos, que encuentran serias dificultades para estructurar una teoría sobre las inclinaciones de la gente a consumir este tipo de “televisión rápida”, como la denomina el potentado presentador Jorge Javier Vázquez.
25 años de telebasura con programas tan exquisitos como los de los primeros años: “Tutti frutti”, “Contacto con tacto”, “Las noches de tal y tal” con Jesús Gil en bañador y sus rubias tetonas, “el Mississipi” o “Crónicas Marcianas”. Después ya consolidado el público y el negocio, empezaron “Aquí hay tomate”,” Gran Hermano”, etc, y como sublimación de la era actual, tenemos morralla como “Sálvame”, “Mujeres, hombres y viceversa” y variopintos shows que muestran las vergüenzas interiores y exteriores de sus protagonistas ante un público entregado a la emoción sexual y el catetismo más agudo. A tal punto hemos llegado de inmoralidad e indecencia televisiva que a Belén Esteban la han catapultado a la cima del famoseo nominándola “La reina del pueblo”, un aviso de los valores y conductas los cuales nos quieren inocular vía televisión los próceres de los medios y sus acólitos los políticos. El panem et circenses moderno. Telecinco se trata de una cadena que pasará a la historia de los medios como protagonista de crear un modelo vital para los jóvenes en el cual el trato degradante, el mercadeo sexual y el dinero fácil son sus señas de identidad. Un descerebramiento del ser humano que acarreará graves taras a los valores y conductas de la sociedad en un futuro que ya está aquí.
Este despropósito televisivo ha sido además muy bien acogido por toda la clase política y oligárquica, ya que es una forma de tener al vulgo distraído mientras ellos hacen del país un coto privado de corrupción y chalaneo. A su misma vez, crean leyes cada vez más estrictas para que la gente no se manifieste y puedan ser controladas por las fuerzas del orden, recortan en educación y derechos sociales, pero en aras de una deformada libertad de expresión no ponen reparos legales a la idiotez e insensibilización masiva que cultivan algunos medios de comunicación. El lema podría ser: “métanse en sus casas y enciendan la televisión, nosotros les organizamos la vida gratuitamente”. Me atrevería incluso a decir que existe una conexión real entre corrupción política y difusión de telebasura en un país, España es ejemplo de ello; a más telebasura más corrupción política-empresarial y al contrario. Una espiral en la que nuestro país está inmerso y no es capaz de salir debido a las fuerzas centrípetas de un poder oligárquico que para defender su statu quo reclama la televisión como arma de esterilización moral y la arroja sobre el telespectador sin el más mínimo aprecio. Ya lo dijo Lope de Vega refiriéndose a las comedias: “… porque, como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto”.
La continuidad de este modelo televisivo tiene futuro por su gran capacidad para atraer espectadores y hacer caja con la vida privada de personajes que ofrecen sus miserias a un público ávido de sensacionalismo y erótica televisiva. Además, los pilares del modelo socio-económico vigente: capitalismo del pelotazo, consumismo, hedonismo, individualismo, acritismo son el fuelle perfecto para que la telebasura siga ampliando su capital axiológico entre las nuevas generaciones. No podemos seguir siendo indiferentes a esto, no sigamos fingiendo que no pasa nada, porque sí pasa. Porque los valores y conductas que transmite este patrón televisivo desnortará el futuro de muchos de nuestros jóvenes, se frustrarán, les perseguirán inseguridades y los trastornos emocionales serán la tónica común. En general tendrán una vida más pobre espiritualmente y serán más infelices. Ya es hora de sacar la telebasura de casa sin contemplaciones.