PACO BONO SANZ
Don Cosme y Don Damián
- La pregunta no es quién ha ganado las elecciones andaluzas, sino quién las ha perdido.
- No me lo diga. Las han perdido los andaluces.
- Exacto, los gobernados.
- El otro día discutí con un amigo sobre el discurso de Don Antonio a favor de la abstención que usted y yo también practicamos.
- ¡Don Antonio García-Trevijano! No me pierdo ni uno de sus programas en Radio Libertad Constituyente. A no ser que tenga que ir a natación. Me lleva mi hija algunos sábados por la mañana. Va muy bien para las articulaciones, ¿sabe? Pero, en fin, ¿qué sucedió?
- A mi amigo se le ocurrió reprenderme por mi postura abstencionista diciéndome que había que ir a votar para cambiar las cosas…
- ¡Pardiez! ¡Cuántas veces me ha ocurrido lo mismo! Fue con Federico, ¿verdad?
- Así es.
- Son amigos, pero usted nunca puede resistir su implacable respuesta cuando alguien osa rebatirle su criterio de que la abstención es la única vía para conseguir la caída pacífica de un régimen oligárquico de partidos como el español. Usted, que es un leal partidario de las ideas de Don Antonio García-Trevijano, quien lleva más de sesenta años estudiando el asunto en la historia, por favor… ¡Toda una vida de acción dedicada a la causa de la libertad política colectiva! Imagino lo que afirmaría su amigo Federico, pues ya se lo he oído en otras ocasiones: “que él iba a votar a un partido nuevo y regenerador por responsabilidad y que tal y que cual…”
- Yo le he respetado siempre. Pero esta vez le corté, porque Federico se atrevió a decirme a gritos, ante la concurrida mesa de amigos en la que estábamos comiendo con motivo de la celebración de nuestra quinta, que yo me equivocaba al practicar y predicar la abstención… Que había que votar… Que era un inconsciente y un cómodo.
- Siga, siga. Estoy deseando escuchar los argumentos que con criterio esgrimió usted.
- Hablé de la legitimidad. No hay en toda la historia de la humanidad ni un único caso conocido por el que mediante unas elecciones con sistema proporcional de listas de partido se haya conquistado la libertad política o se haya iniciado un proceso constituyente que haya culminado en un sistema con limitación y control del poder. Ha sucedido todo lo contrario. El precedente está en la Alemania Nazi, donde un partido de extrema derecha logró tomar el Estado gracias a al sistema electoral proporcional inherente a todo Estado de partidos. El único cambio que puede darse con la votación en unas elecciones falsas y fraudulentas es a peor. Menos libertades individuales y, por supuesto, cero libertad colectiva.
- ¿Y qué le dijo sobre la legitimidad?
- Sí, sí. Continúo, continúo, quería realizar una pequeña introducción. Le dije a Federico, con tono muy serio, que todo régimen de poder se sostiene sobre dos pilares: uno, la legalidad, otro, la legitimidad. El régimen de partidos que sufre España posee la legalidad que le otorgó Franco a través de Juan Carlos; lo que culminó con la transacción de 1978 y el consenso. La legalidad es suya, y no podemos arrebatársela. Sin embargo, la legitimidad sí que podemos quitársela. ¿Cómo?, me preguntó. Pues no yendo a votar en sus elecciones fraudulentas, absteniéndonos. Yo no soy un ingenuo, jamás he dicho que la abstención sea suficiente para que ellos renuncien a su poder. Sin embargo, si se lograra una abstención del 70%, es decir, que sólo un 30% acudiera a votar, lo que significa que el partido ganador contaría apenas con un 10% de los votos de todo el electorado, cualquier mínimo altercado, cualquier pequeño escrache sería suficiente para provocar la caída del gobierno y para acelerar el derrumbe de su régimen. Porque la ausencia legitimidad permite que unos gobernados que han perdido el respeto por sus gobernantes, pierdan también el miedo y se enfrenten a ellos.
- Gran discurso. ¿Qué persona honesta guarda algún respeto por esta monarquía y sus partidos estatales? ¿Cómo es posible que sigamos legitimando el régimen con nuestros votos? ¿No nos percatamos de que la vanidad que nos invita a creer erróneamente que por un día gozamos del poder de cambiar algo nos esclaviza? Como no hay libertad política, no puede haber democracia. No hay en España un sistema de poder, porque no ha sido la Nación la que ha ordenado al Estado, sino al revés, por eso hay un régimen de poder fundado sobre el consenso y con la corrupción como factor de gobierno. ¡O eres corrupto o te echan del Estado porque sobras!, ¡porque el Estado de partidos es ingobernable sin corrupción!
- Gran añadido argumental.
- Es que ¡ya está bien!
- Desde luego.