FERNANDO GÓMEZ
La pauta política es una cuestión de hábito. Presenciamos los hechos que transformaron el régimen franquista en una oligarquía de partidos y se aceptaron las explicaciones cuando se afianzó. El hábito contemplativo, que nos acostumbró a convivir bajo las botas de la dictadura y nos hace nutrir con votos esta oligarquía, descansa en la falta de reflexión. Reflexionar es arriesgado y difícil en esta sociedad masificada, donde hasta el tiempo ha dejado de ser libre, por eso se prefiere algo o alguien en que creer. Todo régimen político excita creencias. Creer es consecuencia de la indolencia y la desidia en que nos deja la falta de espacio mental para el pensamiento crítico.
Los partidos y sindicatos dejaron hace mucho tiempo de ser un organismo de la Sociedad para lograr un fin. Al hacerse órganos del Estado, los partidos y sindicatos perdieron su propia naturaleza y su relación mediadora con la Sociedad; ya no buscan partidarios sino votantes, ya no pueden servir, ni responder y se imponen a sus electores, usurpándoles el derecho a designar y deponer a sus representantes. Con el dominio del órgano sobre el organismo los partidos se convierten en un fin en sí mismo y el Parlamento el lugar donde los funcionarios voceros van a votar el dictamen de su jefe.
La deformación del lenguaje político y social se ajusta a la retórica publicitaria y a la manipulación en los medios de la mercadotecnia. La idiotización es la patología típica que conforma una sociedad confinada dentro de nuevos parques temáticos. Cuando no hay independencia, ni separación de organismos públicos, sino órganos al mando, el concepto Sociedad deja de tener sentido, y la ley deja de relacionarse con la Justicia, es simple disposición al servicio de los que erigiendo su superioridad, crearon privilegios y gozan de inmunidad. La defensa del poderoso tiene corazas y lanzas.
Hoy nos encontramos ante este descarado proceso de perversión oligárquica, con expectativas y esperanzas de renovación. Hay, una vez más, la necesidad de reflexionar para poder desmantelar de una vez este podrido régimen, alejándonos del hedor de su descomposición; porque lo descompuesto puede llevarnos con participación y votos, creyéndolo mal, a legitimar, sostener y recomponer, con vertical servidumbre voluntaria, este caduco régimen oligárquico; o muy al contrario, con abstención electoral, pensándolo bien, a deslegitimar, derrocar y componer con horizontal Libertad Constituyente un futuro sistema democrático.