JUAN SEOANE
En una entrevista, el gallego Fernando Onega, tacha al intelectual republicano D. Antonio Garcia Trevijano, de villano oculto en la historia reciente de España.
Conozco sobradamente el pensamiento y la trayectoria de tan insigne personaje, y tildarle de villano a un defensor de la democracia en España, sencillamente es una felonía por parte de este siniestro periodista.
Debido a la tradicional falta de respeto en España a las ideas sin poder y a las inteligencias sin temor, los periodistas, como el ínclito Onega, suelen ponerse al servicio de los intereses editoriales. Pero un intelectual no puede, sin renunciar a su condición, escribir o manifestar lo que no piensa ni siente. Si lo hace, es preferible que se venda al mejor postor, para vivir a costa de una sola y gran mentira, alquilándose pasando de un diario a otro, para asegurar su oportunista carrera de farsante.
Escribir en un periódico o estar de tertulia en tertulia sin tener nada nuevo que decir, esta al alcance de cualquier botarate oportunista que nunca ha transmitido con decente sinceridad, noticia alguna que interese a la sociedad. Pues la voluntad de ser sincero, sin ir acompañada de honestidad en una inteligencia abierta, produce juicios incoherentes y opiniones insensatas.
El riesgo más corriente de estos farsantes opinantes, está en tener un sentido común al revés. Dando la apariencia de contundentes revolucionarios siendo en realidad, pobres reaccionarios situándose a medio camino entre el chiste y la boutade.
A nadie le importa la opinión de un periodista por el mero hecho de ser la suya. Lo que se espera de un profesional de la comunicación, es que exprese algo inteligente y sensible capaz de elevar el criterio de lo que comunica con dignidad y valor dando veracidad a la noticia.
Si a un régimen político se le debe de juzgar por sus resultados, ¿cómo se pueda defender este régimen nacido de la transición que ha disipado la conciencia nacional, que prima con dinero público a los partidos estatales, y sindicatos, que corrompe el idioma, que combate el terrorismo con “cazarrecompensas”, que corrompe todas las instituciones, que la jefatura del Estado esta bajo sospecha de corrupción y que oculta pruebas concluyentes de deslealtades y robos para no estigmatizar a los poderosos, dejando un país en la ruina económica y política con seis millones de ciudadanos desempleados.
Este es el régimen que defiende el ínclito periodista Fernando Onega permitiéndose el lujo de llamar villano a un intelectual español, cuyo mayor delito ha sido y sigue siendo, descubrir las claves para encontrar la puerta de salida a la degradación nacional y abrir la puerta de entrada a la libertad política colectiva que dará conciencia democrática a la sociedad española.