HELIODORO RODRÍGUEZ MEDINA
Si hubiese República Constitucional en España yo no tendría el más mínimo interés de acceder a un cargo electo ni tener poder, aún siendo en mi amada Libertad Política, mi interés no es acceder a cargo alguno, mi interés, es saber, saber mucho, saber más.
Cuando llegue la República Constitucional en España tendré enemigos ideológicos pero con la consciencia de saber que por fin, por una vez en mi vida, en cuestión de política, tendré la opción de que mi idea pueda ser representada por alguien que tendrá mi confianza personal y mi confianza democrática.
Ahí diré con orgullo: <<vamos a votar, esto sí es una fiesta de la Democracia>>.
Cuando gane el contrario a mí, me cabrearé e indignaré, pero aplaudiré con entusiasmo lo que la mayoría ha querido, aunque me fastidie.
Con la Democracia Formal me entusiasmaré con aquel candidato que me diga, por ejemplo: <<Vamos a legalizar la marihuana>>, le creeré porque hay Democracia, si no lo consigue y ganan los más conservadores en contra de las drogas asumiré mi derrota pero también asumiré mi lucha social y personal para que lo que yo quiero pueda conseguirse.
¿Se imaginan este escenario? ¿Se imaginan que por primera vez en la historia podamos elegir a quien nos representa? ¿Se imaginan, amigos, que un día podamos decir orgullosos: <<Ganamos o perdimos pero luchamos con posibilidades>>?.
Esa es la ventaja de la Democracia, que no seré ninguneado y que a pesar de la derrota seguiré intentando convencer a los que no piensan como yo y haré campaña para valer mis intenciones.
¡Resulta que ganamos! ¡Resulta que la marihuana es legal! Seré feliz porque en la Democracia, y digo bien, <<en la Democracia>> habríamos sacado adelante nuestra propuesta.
Libertad Constituyente ya, Democracia Formal para así saberme libre aunque mis propuestas no prosperen.
Eso es lo que yo quiero, pero claro, para llegar ahí es necesario que nadie vote, si lo hacen todo lo que he explicado ahora, esa libertad de la que hablo jamás, jamás, jamás, la tendremos y nos conformaremos con la imposición de unos ideales desde el Estado.
Si votas, me quejo, pero por favor, no lo hagas tú.
