Roberto Centeno

ROBERTO CENTENO

Con Gran Bretaña al borde de la guerra y necesitada desesperadamente de un líder, el rey Jorge VI de Inglaterra, superando su tartamudez, pronunció un discurso radiofónico que inspiró a su pueblo y lo unió en la batalla. Todo unejemplo magnífico de superación y valentía. Justo lo contrario al discurso del nuevo Rey, que pronunció un sermón lleno de tópicos, vaguedades, quimeras y frases de propaganda dedicadas al autobombo de su monarquía, sin coger el toro por los cuernos de la gravísima realidad política, económica y moral española.

Cero ideas, un déjà vu, las mismas afirmaciones grandilocuentes y vanas de siempre, y cero voluntad: ni separación de poderes, ni reforma democrática, ni cambio del modelo territorial, ni lucha en serio contra la corrupción, ni nada de nada. Comenzó su sermón (llamar discurso a esta repetición de trivialidades y lugares comunes sería atentar contra el idioma español) calificándose a sí mismo de Rey constitucional. Esta afirmación solo sería cierta si se entiende como sinónimo de rey legal, dado que ha cumplido los requisitos exigidos en la Constitución para ser nombrado como tal. Jamás puede ser entendido como titular de una monarquía constitucional. Aunque en realidad lo que ha dicho exactamente es que él es un Rey constitucional en una monarquía parlamentaria, un verdadero disparate jurídico.

La ignorancia de lo que es una monarquía constitucional resulta pasmosa. En las monarquías constitucionales, el rey gobierna y los representantes del pueblo legislan, es decir, existe una separación clara y absoluta de poderes. Por eso precisamente se llama constitucional. Tampoco es una monarquía parlamentaria, como cree y repite varias veces en su sermón inaugural el nuevo Rey. No es parlamentaria porque el Parlamento no es la institución fundamental, ni la hegemónica, ni la más importante del régimen monárquico español. La diferencia entre una monarquía parlamentaria, cuyo paradigma actual es la británica, y la monarquía española es abismal, como corresponde a la diferencia sustantiva entre un Estado parlamentario y un Estado de partidos. El titular de la Corona española reina en una Monarquía de nuevo cuño, llamada jurídicamente monarquía de partidos.

En España el poder soberano no lo tiene el titular de la Corona. Tampoco lo tiene el pueblo. Aquí no existe el concepto de soberanía popular, sino sólo el desoberanía nacional, que no es la que reside en el pueblo sino en las dos cámaras legislativas, una contradicción flagrante contenida ya en la propia letra de la Constitución. Y eso es a lo que el nuevo Rey ha llamado en su sermón “soberanía parlamentaria” (la ficticia soberanía de las Cortes y del Senado), que no traduce una supuesta soberanía nacional, que no existe en parte alguna en el Estado de partidos, como ha demostrado de forma irrefutable en todas sus publicaciones el famoso constitucionalista Don Antonio García Trevijano.

“Oscuro se presentaba el reinado de Witiza”

Así cuenta la Historia el comienzo del infortunado reinado de Witiza, cuya decadencia política y moral produjo la ruina del reino. Witiza falleció en 710 y en 713 Tarik había liquidado totalmente el Reino Visigodo. Entonces empezó la larga reconquista de ocho siglos. En 1212, después de las Navas de Tolosa, la mayor batalla ocurrida en Europa –80.000 muertos en un solo día– hasta la Primera Guerra Mundial, el poder musulmán en España estaba sentenciado.

Sin asimilar aquella situación a la iniciada con el nuevo Borbón en España, excepto en lo oscuro que se presenta el panorama, no deja de ser llamativo que el rey Felipe VI comience su entronización atacando gratuitamente a la esencia del largo reinado de su padre, el rey Juan Carlos. No era necesario afirmar su propia personalidad anulando las tres características esenciales que han definido el anterior reinado. Decir que, a diferencia de su padre, él será un monarca íntegro, honesto y transparente lleva implícito necesariamente su profunda creencia en que la Monarquía de su padre no ha sido ni íntegra, ni honesta, ni transparente.

Hoy ante un país al borde del abismo moral y económico, ante un país donde la Constitución es constantemente vulnerada por el mandato imperativo de los jefes de partido, que son los auténticos legisladores; en un país donde las leyes adversas a la oligarquía se incumplen con total impunidad; en un país donde hasta la Corona pone paños calientes al “derecho a decidir”separatista, si oponerse frontalmente a la traición que sin decirlo está negociando el Gobierno con los separatistas catalanes, a espaldas de la opinión pública, que llevaría al resto de España a convertirse en una colonia política y económica de Cataluña, donde además no se aplicarían las leyes españolas, se quiere hacer respetable el paso de un monarca por otro, sin interrumpir la decadencia imparable a que ha conducido y continuará conduciendo la Corona.

En un país que la partitocracia evita llamar España, en un país donde no se cumplen las leyes, en un país carcomido por la corrupción, por el cinismo de la clase dominante y por la deformación de la realidad en los medios de comunicación, resultan algo más que chocante las vanas esperanzas puestas por los ilusionistas en un mero cambio de titular de la Corona, forzado por unos hechos graves que se nos ocultan, y donde lo único que sabemos cierto es la absoluta falsedad de que el tema de la abdicación de Don Juan Carlos se iniciara a principios de año, y que, por el contrario, algo inesperado y muy grave ocurrió recientemente que obligó a una abdicación precipitada para evitar males mayores. Todo improvisación, todo mentira. Y de esta chapuza Rajoy afirma sin sonrojarse ¡que es un ejemplo para el mundo!

Algunas teorías (falsas probablemente) apuntan a una exigencia  del poderoso foro Bilderberg, que reúne anualmente a las 130 personas más poderosas del planeta. A estas reuniones sólo se asiste por rigurosa invitación y la reina Sofía ha sido la única española invitada regularmente a las mismas. Lo que sí se conoce es que la opinión del foro sobre España es muy pesimista. El año pasado fue invitada Sáenz de Santamaría (también Zapatero asistió en una ocasión). Acusaron al Gobierno de Rajoy de mentir en todo, de no tener política económica alguna, sólo improvisación y voluntarismo, de mantener un sistema territorial insostenible y corrupto hasta la médula y de estar endeudándose de forma tan alocada que será la ruina de varias generaciones. Concluyeron que, de no cambiar, España iba a un desastre seguro. Soraya salió casi llorando, pero Rajoy ha ignorado las advertencias del club y todo ha seguido igual.

Como viene siendo habitual desde hace casi 40 años, los lugares comunes han sido las coletillas más repetidas. La primera, la palabra España, donde a pesar de repetirla 27 veces en ningún momento ha dicho con la firmeza debida que no permitirá jamás la ruptura de una de las unidades políticas más antiguas de Europa y del mundo, sólo ha dicho la majadería de que aquí cabemos todos, pero de los que ya dicen que no caben, de los que están preparando un golpe contra el Estado a plena luz del día, y no han sido detenidos y ni siquiera expulsados de sus cargos de gobierno, de los que ignoran las Leyes del Estado y persiguen y discriminan impunemente todo lo español, no se ha dicho ni pío.

Mal empieza el reinado: Rajoy sube impuestos a las clases medias

Y para que no quede vileza por cometer ni canallada por hacer, para “celebrar” la coronación de Felipe VI, el Gobierno de Rajoy anuncia una reforma fiscal con una supuesta rebaja del IRPF del 12,5% por ciento entre 2015 y 2016, “que para el 62% de los contribuyentes, que son aquellos que cobran menos de 24.000 euros al año, la rebaja alcanza el 23,5 %. “Ha llegado el momento de bajar los impuestos para todos”: realmente el grado de miseria moral de este Gobierno no tiene límite ni fronteras. La realidad es justamente todo lo contrario.

En un comunicado emitido por Ghestha, la asociación de los técnicos del ministerio de Hacienda, se afirma que se trata de una reforma fiscal regresiva donde las clases medias pagarán la rebaja fiscal de las clases altas. En concreto, los 11,5 millones de trabajadores y pensionistas que ganan menos de 11.200 euros anuales no se verán afectados por la rebaja, y serán las clases medias quienes amortigüen una vez más el grueso de la rebaja fiscal que se aplicara a los más ricos. Una vulneración en toda regla del artículo 31 de la Constitución, según el cual el sistema tributario debe aportar recursos suficientes para garantizar el Estado de bienestar y cómo cada ciudadano debe contribuir con progresividad en función de su capacidad económica.

Vulnerar la Constitución y expoliar a las clases medias, una bonita medida para inaugurar el reinado de Felipe VI, algo que entusiasmará sin duda a los españoles. Según los cálculos de esta asociación, los beneficiarios de este nuevo expolio del Gobierno de Rajoy serán aquellos cuyos ingresos superen los 150.000 euros anuales, unos 73.000 contribuyentes equivalentes al 0,3% del total. “La progresividad es la gran perjudicada de la reforma” al simplificar de siete a cinco los tramos actuales del IRPF. Los 8,8 millones de ciudadanos que ingresan entre 12.450 y 33.000 euros amortiguarán el impacto de la rebaja fiscal de las grandes fortunas, con un aumento de sus tipos de entre el 0,25 y un punto sobre la tarifa vigente.

Como señala el conocido inspector de Hacienda Francisco de la Torre, “es imposible cumplir los objetivos de déficit 2015 y 2016 rebajando impuestos y sin recortar gasto público. Esto quiere decir que la rebaja puede ser flor de un día”.El Gobierno no ha explicado, porque se lo comerían crudo, cómo financiará la caída de ingresos que supondrá la reducción de impuestos a 73.000 grandes fortunas. Pero témanse lo peor: están buscando fórmulas como el copago y la privatización de lo poco bueno que queda en el esquilmado sector público. El tema es tan escandaloso que la bajada de la tributación a las rentas de capital afecta gravísimamente a lo progresividad “porque quien obtenga más de un millón de euros en dividendos pagará proporcionalmente igual a un trabajador o un autónomo que gane 50.000 euros”.

Luego bajan la tributación a las empresas, pero de nuevo aquí, ¡cómo no!, el secretario general de Ghesta afirma que “sólo beneficiará a las grandes empresas, que a día de hoy ya no tributan ni de lejos por esa cuantía”, la rebaja del impuesto de sociedades será un estímulo al no deslocalizarse a otros países. Claro que el problema no es sólo la presión fiscal, y para muchas empresas ni siquiera el más importante. Lo importante para la deslocalización es el coste de los inputs esenciales, la energía en concreto.

¿Cómo no van a deslocalizarse empresas con los precios del gas y de la electricidad más elevados del Europa? A veces hasta el doble. ¿Con las comisiones y costes bancarios más elevados de la Eurozona o con los costes de las telecomunicaciones también entre los más caros del mundo industrializado? Estamos en lo mismo de siempre. Más impuestos sobre la clase media, lo que reducirá más aún la renta disponible de las familias, más endeudamiento para cubrir el déficit fiscal que generará la rebaja fiscal a las grandes familias y a las grandes empresas, y cero recorte de gasto político improductivo que es un insulto inaceptable a los millones de familias que viven al borde del hambre, a los más de diez millones de mileuristas, a los seis millones de parados y a la otrora poderosa clase media creada en los años 60 y ahora en curso de liquidación por aquellos a quienes han votado y han situado en el poder. Oscuro se presenta el reinado de Felipe VI.

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