Javier Torrox

JAVIER TORROX

La vida no es un juego. La organización de lo público tampoco lo es. Sin embargo, todas las instituciones del estado han dejado de ser lo que son y ahora ya sólo juegan a serlo. Un médico diría que es un síntoma. El diagnóstico es que el estado juancarlista ha muerto. Pero yace insepulto en las ciudades, pueblos, barrios y plazas y, mientras tanto, todo lo ocupa con su infecto hedor de pútrida corrupción, contagiando de muerte política todo lo que toca. El estado español actual es un zombi que se sabe zombi y que se apresura a zombificarlo todo con el fin de pasar inadvertido tanto tiempo como le sea posible.

Todos los poderes del estado -abominablemente inseparados- están en la mano del Ejecutivo; y éste ha declarado públicamente en repetidas ocasiones que es rehén de terceras potencias y de intereses ajenos a los de los españoles. Bueno, no sólo lo ha declarado, sino que el Gobierno y la oposición (en configuración opuesta a la actual) se pusieron de acuerdo para -a escondidas- ponerlo por escrito y darle rango constitucional. ¿No es ésta la descripción de un estado sin vida propia? Aún más, un gobierno dictatorial como este (en tanto que detentador de los tres poderes del Estado) que opone inacción y sonrisas a quienes amenazan a diario su poder con la secesión de un territorio, ¿no es acaso un gobierno muerto?

La monarquía se sentó el pasado día 8 en el banquillo. Sí, la monarquía, y no la princesa, es la que fue llamada a declarar el otro día por el valiente juez Castro. Si la princesa y su marido nos han robado no es porque sean unos ases del saqueo y pillaje de lo público; lo han hecho porque tenían la oportunidad de estafarnos; y la han tenido porque ella es hija de rey. No existe ninguna otra razón por la que alcaldes y gobiernos -tan rumbosos ellos con lo que es nuestro porque sale de nuestros bolsillos- les hayan dado nuestros honrados dineros a este par de pícaros. No obstante, el resultado del procesamiento no es tan relevante como el procesamiento en sí. El hecho crucial es que, si bien el monarca disfruta de un privilegio que hace lexífuga a su persona, la monarquía ya ha sido juzgada en los corazones de los hombres. El veredicto es de culpabilidad. Nada nos importa a los ciudadanos los matices jurídicos que distingan el delito fiscal de la falta administrativa y que con tanto entusiasmo tremola la prensa sierva junto al pendón real.

Rey, nunca tuviste honor. Tu corona tampoco. Eres el heredero de un dictador tras ser su lacayo. La historia será implacable contigo. Tan implacable como los ciudadanos honrados esperamos que sea el valiente juez Castro con tu prole. La vida no es un juego. Pero ya se acerca el fin de tu juego.

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Coda: Hoy es 11 de febrero. 141 años después de la proclamación de la I República Española, muchos aún esperan que la virtud republicana le devuelva al hombre la dignidad perdida en su ancestral sometimiento político. Pero esto no sucederá. Es el hombre quien debe conquistar la virtud republicana para recuperar su dignidad.

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