Pedro M. González

PEDRO M. GONZÁLEZ

Si existiera separación de poderes en España resultaría imposible que los defensores de la legalidad pública y aquellos que nos juzgan pasaran del mundo jurídico al político con la misma naturalidad que quien cambia de camisa. Y pasa.

Que, por ejemplo, un Fiscal General del Estado elegido a dedo por el partido gobernante cese en el cargo para ser elegido Ministro de Justicia del mismo gobierno, bastaría como vívido ejemplo de que esto no es una Democracia. Lo mismo que la mujer del escogido para tan alto cargo integre luego por elección consensuada de los partidos el órgano de gobierno de los jueces.

Por eso ante cada nuevo comicio, sorprende comprobar como los nacionalismos publicitan dos nuevas promesas electorales antes en segundo plano y que ahora constituyen ejes principales de su oferta: La renovación del CGPJ y el reconocimiento oficial de las selecciones deportivas autonómicas.

Que la independencia de la Justicia, indisoluble de su organización, sea un punto electoral equiparable en importancia a la oficialización de las selecciones deportivas autonómicas, es de por si síntoma de la grave enfermedad que aqueja a esta sociedad política. El “show” de los políticos enarbolando elásticas con los colores “propios” dentro y fuera del Congreso es observado con perplejidad por propios y extraños cuando no comentado con incrédula ironía por la prensa internacional.
Pero lo más grave es que en este Estado de poderes inseparados el detalle supere a lo sustancial. Mientras el partido conservador criticaba duramente (cuando no estaba en el gobierno, claro está) la falta de contundencia gubernamental con el contubernio futbolero, y el contrario esperaba atentamente los resultados electorales para decantarse, todos ellos convergen y consensuan ahora por la importancia de copar el CGPJ con miembros afines a sus respectivos bandos.

Esa es la razón de que las recusaciones de Jueces y Magistrados de uno u otro signo por los partidos no sean sino la prueba del nueve de la hipocresía de la sociedad política, pues tras las mismas no se encuentran razones de imparcialidad, sino de mera conveniencia particular.

Vocales conservadores, vocales progresistas, vocales nacionalistas… y delanteros del terruño. El Consejo General del Poder Judicial convertido en la selección de la falsa Justicia, elegida por y entre los equipos de la Primera División de la partitocracia.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí