Pedro M. González

PEDRO M. GONZÁLEZ

 El desprestigio de los conceptos suele proceder del desconocimiento de las palabras que los expresan. La perversión del lenguaje, el babilismo, contribuyen en buena manera a ello.

Así palabras como capitalismo y burguesía y sus adjetivos (capitalista, burgués) lo son desde tiempo por mor de las ideologías de clase sin entrar a analizar las instituciones o categorías que engloban. Otras paradójicamente adquieren su connotación negativa más recientemente como medio de defensa del estado de partidos ante sus vergüenzas, son palabras tabú como República u otras desnaturalizadas como “intelectual”, que se utilizan para ofrecer resistencia a quien  critica esta cultura del “como si viéramos en democracia”.

En esta última categoría del reciente ostracismo semántico se encuentra el término radical, por cuanto asimilable a violento, cuando no cruento, e identificándose a la acción de grupos incontrolados.

Sin embargo cabe la interpretación positiva del radicalismo, el valor de lo radical en cuanto significado último del núcleo básico del pensamiento desprovisto de adjetivos ideológicos. Justo lo contrario que el significado peyorativo, que asimila lo radical a lo extremo.

Así ser radical en el sentido democrático no puede sino significar la búsqueda del núcleo o verdadero significado definición de la democracia, sin accesorios ideológicos de ningún tipo.  La construcción de una Teoría Pura de la Democracia significa el más puro acto de radicalismo, pues huye de la adjetivación social de la misma en búsqueda de la Libertad Política.

Por ello denunciar la ausencia de separación de poderes, y por tanto de Constitución, así como la ausencia de la sociedad civil en la vida política a favor de los partidos, sin connotación ideológica alguna, supone un radicalismo democrático de natural admiración.

 ¡Qué distinto este valor de lo radical del adjetivado a los nacionalistas! Si a estos se les puede denominar radicales, lo serán en cuanto más hundan su discurso en sus propias raíces sentimentales alejándose de la realidad. Se trata de un radicalismo “hacia abajo”, no “hacia la esencia” que penetra en el sentimentalismo en ausencia de la política, y que además es injusto para el interlocutor crítico, pues le pone en indefensión dialéctica, ya que contra los sentimientos no cabe razón alguna.

Si esto es así en el plano de las ideas, el valor de lo radical en la acción se dota de la ventaja de la convergencia democrática (tiene también gracia el término) en la conquista de la libertad política por ciudadanos de distinta adscripción ideológica en un movimiento de ciudadanos desprovisto de la misma y destinado a su autodisolución una vez conseguida.

Por ello este MCRC sólo puede ser radicalmente democrático en su búsqueda de la libertad política, lo que se demuestra diariamente en la heterogeneidad, generosidad y  lealtad de sus componentes.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí