PACO BONO SANZ
Dice el maestro que para entender el presente o para atreverse a pronosticar el futuro es necesario estudiar bien el pasado. La historia en España se enseña mal, por una parte, porque se falsea para justificar la mentira del presente; por otra, porque se explica sin hacer distinción entre los hechos y las pasiones que aquéllos provocan. Así como un jurista debe dominar la hermenéutica para la correcta interpretación de las leyes, un historiador también ha de conocerla. Los acontecimientos excepcionales del pasado cambiaron el futuro, pero sólo unos pocos fueron conscientes de ello: los pensadores, los filósofos. Los hechos transcendentales son la causa y origen de la esencia de las naciones y de sus particularidades. Ésta es una importante premisa, ya que marca el nexo entre la existencia temporal de la acción individual y la existencia permanente de la herencia colectiva: la cultura. Ni somos, ni podemos ser ajenos a la cultura que nos rodea, para bien o para mal. Somos arrojados a la vida por nuestros padres en un determinado país, con unas tradiciones y circunstancias que heredamos.
Si bien somos conscientes de que hay una existencia permanente que no nos pertenece, también lo somos de que hay una acción de la que somos protagonistas, consecuencia de nuestra inteligencia, resultado de nuestra existencia y voluntad individual. Si desconocemos el pasado, podemos caer en la trampa de quienes pretendan engañarnos sobre la realidad para sumirnos en la confusión acerca de lo que es y lo que puede ser, lo real, lo posible y lo probable. De ahí que muchos aceptáramos sin más el gran error que cometió el filósofo y pensador José Ortega y Gasset cuando afirmó que “España era un proyecto sugestivo de vida en común”. La crítica feroz a tal sentencia por parte del jurista y pensador Antonio García-Trevijano está más que justificada si tenemos en cuenta que todo proyecto parte de la voluntad de aquéllos que lo emprenden. La Nación no es un proyecto, porque se trata de una entidad objetiva conformada a lo largo de la historia, heredada de la historia. La expresión “orteguiana”, recogida en su libro “La España invertebrada”, ha supuesto un error de gravísimas consecuencias, porque los otros, aquéllos que dijimos que falsean la historia para engañar al resto, la han utilizado para sumir en la confusión a varias generaciones de personas con cultura, llegando a incapacitarles para establecer la distinción entre el fondo y la forma; lo que es una de las causas que explican la actual situación política de España.
La Nación española es una herencia sobre la cual no tenemos derecho a decidir ni a renunciar, como tampoco lo tenemos a desprendernos de la genética que hemos recibido de nuestros padres. Sin embargo, sí gozamos de voluntad para cambiar la forma política, la manera en que se organiza y se gobierna el poder del Estado. España es anterior a este régimen de oligarcas, al Rey y a su monarquía de partidos. España es una causa de existencia histórica. El régimen lo es de nuestra voluntad. ¿Por cuánto tiempo soportaremos la gran equivocación de Ortega? El día que se supere, se podrá empezar a hablar de libertad política en España.