FRANCISCO RUBIALES.
Tengo un amigo, profesor de universidad, que repite una y otra vez que la mayor tragedia de la España del presente es que el Estado se está convirtiendo, cada día mas, en el peor enemigo del ciudadano. Y, para sustentar su tesis, lanza una serie de interrogantes de gran calado: ¿Quién te exprime con los impuestos mas desproporcionados e injustos de toda Europa? ¿No es el Estado el que ha autorizado o permitido a los banqueros que nos estafen con las preferentes? ¿Quién permite que los ciudadanos, a los que debería servir y proteger, sean desahuciados y expulsados de sus hogares? ¿Quién permanece impasible mientras los más desesperados se suicidan, arrojándose de las ventanas y balcones o quemándose a lo bonzo? ¿No es el Estado que el que te priva del derecho a trabajar y a mantener a tu familia con dignidad? ¿Acaso no han sido los políticos, dueños del Estado, los que han acabado con la prosperidad, han endeudado al país por varias generaciones y han acabado con la esperanza. la confianza y la alegría del pueblo? ¿Ha hecho algo el Estado para impedir que las cajas de ahorro españolas hayan sido saqueadas y que los culpables sigan libres, sin que nadie les exija devolver el dinero? ¿Ha movido un solo dedo el Estado para impedir la corrupción masiva de las instituciones, la degradación moral de la clase política y la sustitución de la democracia por una sucia dictadura de partidos, sin ciudadanos ni controles al poder?
La vieja imagen del “Estado Protector”, aquel “papá Estado” que te cuidaba y te protegía del abuso y del mal, se ha desvanecido y ha sido sustituida por un Estado predador, que miente, abusa, avasalla, roba, saquea, aplica la ley de manera interesada y que rige los destinos de la sociedad cuidando los intereses de los políticos y sus amigos poderosos, nunca los del ciudadano. Ese Estado depredador, el que convierte la vida de millones de ciudadanos en un infierno, impide que las víctimas protesten ante sus desgracias y humillaciones y cuando lo hacen les lanza a la policía para que los machaque a palos o les llama “nazis” para desacreditar lo que es mas un lamento de sufrimiento que una protesta política.
Resulta que siempre hay disponible legiones de policías, para guardar y defender a los culpables de la crisis, a los políticos irresponsables, a los poderosos, a la banca, pero nunca hay disponible ni un solo policía o guardia civil cuando los ciudadanos los necesitan, en casos de robos, estafas, crímenes o extorsiones. Esa policía que demuestra una eficacia extraordinaria a la hora de cuidar a los políticos o reprimir a los rebeldes es la misma que exhibió una incompetencia alarmante a la hora de aclarar el peor crimen de nuestra Historia moderna: el de los atentados del 11 M, todavía oscuros y bajo sospecha.
Las encuestas revelan que los españoles ya no consideran a ETA como su peor enemigo y el problema mas grave. El terrorismo ha sido sustituido por la clase política, que, organizada en partidos políticos que funcionan como bandas organizadas para controlar el poder, se ha adueñado del Estado y lo gestiona en provecho propio y en contra de las intereses de los ciudadanos. Algunos denominan Terrorismo de Estado el comportamiento agresivo, dañino y contrario al ciudadano del Estado y de sus amigos y aliados poderosos, sobre todo cuando practica con saña sus grandes vicios, que son el abuso de poder, la corrupción y la arbitrariedad en todos los campos y ámbitos.
Los políticos, dueños ahora de un Estado que antes era “de todos”, si tienen claro desde hace tiempo que su principal enemigo es el ciudadano. Ante el temor a que el pueblo se rebele ante las injusticia, rearman y entrenan a sus policías y aprueban leyes cuyo objetivo no es ya el bien común sino el mantenimiento en el poder de las dos clases que dominan y controlan España: los políticos y los millonarios, todos ellos apoyados por la banca, la prensa, el aparato de Justicia y las fuerzas de seguridad represoras.
Hay algunos pensadores que creen que la enemistad profunda entre Estado y ciudadanos, un fenómeno que cada día se parece más a una guerra entre los dos bandos, será el gran signo de los tiempos durante el presente siglo XXI. Esa guerra entre políticos y ciudadanos marginados y oprimidos es la única tesis que explica el terrible resultado de las encuestas en España, donde, a pesar del maquillaje, la corrupción de los políticos y los políticos como grupo son dos de los cuatro grandes problemas del pueblo y de la nación, reflejando así un rechazo ciudadano a la clase dirigente que, en si mismo, deslegitima a los que están gestionando el Estado, muchas veces en contra de la voluntad popular.
Esa “guerra” entre ciudadanos y políticos es la espina dorsal de mi libro “Políticos, los nuevos amos” (Francisco Rubiales, ed. Almuzara 2007), premonitorio del terrible deterioro político actual, del avance de la corrupción y del enfrentamiento entre el poder político y la ciudadanía que hoy ya es el gran fenómeno de nuestro tiempo.