PACO BONO SANZ.
Don Cosme y Don Damián:
– Ayer compré un tomate.
– ¿En el mercado?
– No, en el hipermercado. Acompañé a mi hija Leonor.
– ¿Y tomó sólo uno?
– No lo tomé, lo pagué.
– ¡Cómo dudarlo! ¿De qué tipo se trataba?
– No lo sé, pero era redondo, rojo, brillante… un tomate de medidas perfectas, el soñado, el tomate ideal.
– ¿Acaso hay un tomate ideal?
– Lo hay, un tomate creado a partir de la idea de lo que debe ser un tomate. Lo puede ver usted en todos los folletos de propaganda.
– Se refiere al que demanda la gente, al que entra por los ojos, al que cumple con el canon de belleza del buen tomatal.
– ¡Ese tomate! Ni blando ni duro, ni grande ni pequeño. Había muchos como aquél en el cajón de la frutería del gran centro comercial.
– Pero sólo eligió uno.
– Sólo quería uno.
– ¿Y qué se hace con un único tomate? No da para una ensalada, ni para preparar una salsa, siquiera para decorar en la cocina.
– Puede partirlo por la mitad, salarlo ligeramente y morderlo con gusto.
– Como cuando éramos críos.
– Así, justo.
– El buen tomate cruje. ¡Qué momento tan refrescante!
– ¡Qué decepción!
– ¿Quiere decir usted?
– El tomate no olía a tomate.
– ¿No me diga? Ese tomate era un fraude.
– ¡Qué fatalidad!
– Menuda estafa.
– Fruto del engaño llamado idea.
– De la idea vive la gente de este tiempo.
– Pero las ideas pueden abstraer al hombre de la realidad.
– Y a los tomates. Hasta el punto de comprarlos sin que sepan a tomate.
– La gente se ha acostumbrado a su sinsabor.
– Pero nosotros, no. En nuestra infancia catamos tomates de verdad.
– Es cierto. Y su esencia se quedó grabada en nuestra memoria… Los tomates sabían a tomate, las lechugas se vendían hermosas, verdes y con tierra en el tallo…
– Pero qué podemos hacer si la mayoría de la gente acepta que lo que no es lo puede ser por la mera idea de serlo.
– Hombre, podemos buscar un tomate de verdad y dárselo a probar.
– Lo veo muy difícil, porque hoy más que nunca, la verdad está presa de la idea.
– Sin embargo es un hecho que la realidad existe como existe el buen tomate, ese que no ha de brillar ni ser necesariamente redondo, sino aromático y sabroso…
– Mucha gente dice ver pero está ciega, porque ha renunciado al sabor y a sí misma.
– Conozco a esa clase de personas. Todos los días se llevan kilos de fruta del hipermercado.
– Fruta insípida.
– La fruta ideal.
– La de los hombres que permiten que otros hombres les digan cómo tienen que vivir.
– Esos hombres tienen una idea equivocada del hombre.
– De ahí el sinsabor de sus vidas.
– Como el de los tomates.