BERNALDO DE QUIRÓS.
España se ha convertido en uno de los países con una de las fiscalidades más onerosas e ineficientes de los países desarrollados. En todas las figuras impositivas, renta, sociedades, plusvalías, los tipos impositivos se sitúan muy por encima de los existentes en la media de la OCDE y de la UE. En este contexto, España ha dejado de ser un país competitivo en materia fiscal, asunto grave en un mundo globalizado con libre circulación de capitales. Por añadidura, el centro derecha ha abandonado uno de los ejes de su éxito en su anterior etapa de gobierno: aminorar la carga tributaria de los hogares y de las empresas para crecer y, clave, para recortar el desequilibrio de las finanzas públicas.
Las subidas de impuestos para reducir el déficit público son un error. Se ha olvidado que su reducción entre 1998 y 2002 aumentó los ingresos para las arcas del Estado al disminuir la propensión a la evasión fiscal, fomentar el espíritu emprendedor y estimular la economía. La primera reforma del IRPF elevó la recaudación en 700.000 millones de antiguas pesetas y la segunda, en 2002, en un 4,5 por 100 pese a la desaceleración de la economía causada por la recesión global de 2001. Idéntico resultado produjeron la disminución de la fiscalidad sobre las plusvalías y la del tipo efectivo en el Impuesto de Sociedades.
La estrategia del Ministerio de Hacienda es keynesiana. Asume una falsa relación de causalidad entre mayor presión fiscal y mayor recaudación e ignora las negativas consecuencias sobre los incentivos y las expectativas de los individuos de la elevación de los impuestos. Por un lado, la transferencia de recursos del sector privado al público merma su capacidad de gastar e invertir; por otro altera el precio de los bienes, de los servicios y de los factores de producción. La teoría económica y la evidencia empírica enseñan que esos daños se acrecientan cuanto más rápidamente lo hacen los tributos, cuanto más alto es su nivel y resultan letales en medio de una recesión.
La voracidad recaudatoria de Hacienda sitúa a España en ese punto de la Curva de Laffer en el cual, el incremento de la carga tributaria deprime la oferta y la demanda interna sin producir efectos apreciables sobre la recaudación. Por el lado de la demanda, la renta y los beneficios después de impuestos caen y, por tanto, el consumo y la inversión; por el de la oferta disminuye la propensión al trabajo y al ahorro. Ese impacto depresivo se acentúa en presencia de un alto endeudamiento del sector privado, de erosión de la renta disponible y de la riqueza de los hogares, de caída de los beneficios empresariales, de alto desempleo y de restricción crediticia.
Es compatible y deseable recortar el déficit público y, al mismo tiempo, reducir los impuestos. Con un plan creíble y consistente de reforma/ajuste de los capítulos estructurales del gasto, los mercados y los agentes económicos considerarán que no será preciso elevar la carga fiscal futura para financiar el aumento del binomio déficit/deuda. En otras palabras, la disminución del tamaño del Estado hace sostenible y creíble la bajada de la fiscalidad. En este contexto, la renta permanente de los hogares y de las empresas crece, lo que fomenta el consumo y la inversión privada, y también lo hace la propensión al trabajo, al ahorro y a la asunción de riesgos.
La tesis keynesiano-montoriana según la cual una reducción de impuestos no potenciaría el crecimiento es errónea. Aunque los agentes económicos no gastasen la totalidad o una parte sustancial de la rebaja impositiva, la utilizarían para recortar su endeudamiento, lo que, ceteris paribus, mejoraría su posición financiera y su capacidad de gasto. La fuerte disminución del ahorro privado refuerza esta tesis, ya que no se traduce en un aumento del consumo y de la inversión, lo que muestra que el incremento de los tributos está asfixiando a las familias y a las empresas.
España es un caso paradigmático de cómo una rebaja de impuestos acompañada de un programa de ajuste estructural del gasto tendrían un efecto positivo sobre el crecimiento y, por tanto, sobre la disminución del déficit. Por añadidura, esa terapia es la consistente con el ideario de un Gobierno de centro derecha, con la visión de un Estado limitado que abra el mayor campo de acción posible a la libertad de los individuos para adoptar sus decisiones económicas. Con la actual estrategia fiscal y presupuestaria, el recorte del déficit es imposible y la reactivación de la economía será débil.