Vemos a los políticos a través de pantallas. Es como un telediario aburrido, lleno de desastres que ya no impresionan. El avance informativo trae la rueda de noticias tristemente cotidianas. Se muestran los últimos resultados estadísticos que señalan la pérdida de intención de voto tanto en el partido del gobierno, que en una posición como la actual es normal que se vea desgastado, así como también se desangra la oposición. Es una caída libre de los mastodónticos partidos que todos los analistas estatales quieren ver como un mazazo demasiado enérgico por culpa de los malos tiempos económicos que les ha tocado vivir. La creciente presencia del fantasma del desaliento se cierne sobre el súbdito español por la lejanía entre los problemas y las soluciones. Tras todas estas noticias vienen, como siempre, los anuncios. Y de repente nos aparece este spot del PP:
La política de adolescentes que nos venden, como si se tratara de un trailer de película sensiblera o un anuncio de coches, esconde toda intención de comprometerse a un programa, a unas ideas. El objetivo es transmitir sensación de humanidad, superponiendo iconos ideológicos entremezclados para que diluyan la imagen agresiva y despiadada que mantiene este recortador gobierno. Llama la atención la evidente intención de mezclar el candor cristiano y el del 15M (hay un momento en que la imagen del papa Francisco se superpone a las siglas del 15M) así como la imagen de un líder como Steve Jobs junto a la de Toro Sentado (¿?) o superman. Esto da una idea de la ambigüedad moral e ideológica que la socialdemocracia fomenta para no definirse demasiado. De otra forma podría llegar a exigírsele compromiso con dichas ideas.
Dicha indefinición no es causa sino síntoma del fundamento político de estos partidos estatales: la no representación del ciudadano. Quieren agradar a todo el mundo porque su medio de vida es el consenso. Como lo definió mi no muy querida Thatcher: “el consenso es el proceso de abandono de todas las creencias, principios, valores y políticas. De modo que es algo en lo que nadie cree y a lo que nadie se opone.” Dio en clavo. En eso se basan los partidos estatales hoy en día. Nadie cree en ellos pero nadie se opone a ellos. Sin embargo, son la causa de la derrota desastrosa que viene tomando España desde hace décadas.
La causa fundamental que hace que veamos este anuncio y no sintamos nada, lo mismo que ante los desastres monstruosos que vemos en los telediarios, es la desconexión de intereses entre lo que está detrás de la pantalla y nosotros. Esta lejanía es llamativa en estos tiempos en los que necesitaríamos personas con capacidad de dirigir un cambio que nos sacara de los muchos líos en los que andamos enredados. ¿Porqué entonces esta desconexión? La respuesta es simple: no estamos eligiéndolos. Cuando votamos en las elecciones en esta mal llamada democracia, no escogemos por su verdadero valor, el valor de un político comprometido con sus votantes. No escogemos a las personas (elección uninominal) responsables que muestran y demuestran su capacidad de servicio público y pericia política.
Sin embargo, muchos dirán que ha habido elecciones, que se han presentado candidatos y todos hemos podido meter un papel en una urna donde escoger al PP, PSOE, CiU, PNV… etc. Lo que ha habido han sido votaciones y, efectivamente, hemos votado a partidos, no a personas. Esos papelitos han servido para, mediante el sistema proporcional, repartir cuotas de poder entre los de siempre, accediendo alguno a pequeñas cuotas de vez en cuando. Estos pequeños como IU o UPyD recientemente reivindican más proporcionalidad para poder así acceder a un trozo de tarta mayor. Trucos de la partidocracia.
No voy ahora a explicar todos los despropósitos que genera un sistema proporcional de elección pero baste decir que, simplemente, el resultado no es lo que eligen los votantes. En democracia se funciona con mayorías y los apaños pactistas o los remedos proporcionales se asemejan a las tretas que urden algunos clubs de fútbol para ganar los partidos en los despachos y no en el campo. Con este sistema que tenemos en España nunca escogemos a nuestros representantes pues no elegimos a personas que responden con su integridad y compromiso el mandato de sus ciudadanos. Se votan a listas de partido (abiertas o cerradas, da igual) y los cargos públicos dependen de que las decisiones de los jefes del aparato, no de lo que quieran los ciudadanos. Unos partidos que además financiamos todos los españoles cerrando el círculo de la anti-representación: ¿cómo puede ser representativo un partido pagado por todos? Una vez más, entra la magia del consenso. Esa palabra mágica tan poco democrática.
Ante los resultados desastrosos en las estadísticas de intención de voto, los partidos estatales piden “más democracia”, como si la democracia se midiera con un gradiente ectoplasmático a la manera de los cazafantasmas. Un fantasma de democracia es lo que tenemos. La democracia se tiene o no se tiene. Elegimos o no elegimos. Usamos elecciones mayoritarias uninominales a doble vuelta o los apaños proporcionales. Por ahora tenemos el consenso, la indeterminación, la socialdemocracia. Como dice el eslogan de un reciente anuncio de coches por la radio: “elige no elegir”. Eso es lo que nos muestra el PP en su vídeo pero con la tremenda confusión de que votar, hoy día, es fortalecer la democracia. No, señores, es fortalecer al régimen, al Estado. Es dar legitimidad a un sistema que sólo representa a los partidos políticos. Cuando se vota hoy en España, eligen los partidos por ti pues son ellos los que tienen todos los poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Los programas no valen para nada -no estamos comprobando diariamente- la corrupción no se frena pues ellos son la causa y ellos los que la fomentan y, sobre todo, son impunes pues no tienen que dar cuenta ante los votantes sino ante sus jefes de partido. Si votas hoy en España, otros serán los que tengan el poder. Si votas hoy en España, otros se llevarán la legitimidad y libertad política que nos tienen secuestrada. Si votas hoy en España, otros decidirán por ti.