PACO CORRALIZA.
Seguimos hoy, con insistencia, redundando sobre la conveniencia de centrar la mirada en el espejo de la megalomaníaca auto-latría de la ideológica Razón egotista ilustrada franco-germana para ver en él reflejado el descompuesto sustrato original sobre el que enraizó la «psiquista» cizaña anti-política que inflamó, salvaje, las volcánicas erupciones del trágico siglo XX, y cuyas cenizas social-€-burocráticas nublan hoy la luz de la Libertad Política en la fracasada actualidad del cavernario Estado-Dinero de Partidos prebendarios y su invertido «Bienestar» estadolátrico.
Comenzamos con la Psique de Jean-Jacques Rousseau (principal fuente de inspiración para los fracasados revolucionarios franceses y de enorme influencia en Kant y Hegel), capaz, como un crédulo hechicero embaucador, de extraer de su propio «sí-mismo» oráculos para alumbrar al «Hombre universal» con las verdades abisales de la «Naturaleza». Así presenta Jean-Jacques uno de sus ecuménicos oráculos (1754): “Refiriéndose mi tema al hombre en general, procuraré buscar un lenguaje que convenga a todas las naciones; mejor aún, olvidando los tiempos y lugares para pensar tan solo en los hombres a quienes hablo, supondré que estoy en el Liceo de Atenas repitiendo las lecciones de mis maestros, teniendo por jueces a los Platón y los Jenócrates, y al género humano por oyente. ¡Oh, hombre!, de cualquier comarca que seas, cualesquiera que sean tus opiniones, escucha, he aquí tu historia tal como yo he creído leerla, no en los labios de tus semejantes –que mienten-, sino en la Naturaleza, que no miente nunca”.(1) Recordemos aquí que, apenas un mes antes del inicio del Terror revolucionario francés, el presidente de la Convención y miembro del Comité de Salud Pública, Hérault de Séchelles, presidiendo un ritual ante una escultura dedicada a la «Naturaleza» en la que figuraba la inscripción “Todos nosotros somos tus hijos”, comenzó así su discurso: «¡Soberana de lo salvaje y de las naciones iluminadas!».(2) [«VI»]
Heinrich Heine (1834): “¡Ah! la filosofía de la Naturaleza, que en muchas regiones del saber, y especialmente en las ciencias de la Naturaleza propiamente dichas, ha producido los frutos más magníficos, en otras regiones ha engendrado las malas hierbas más dañinas”.(3) [«XXI»]
Rüdiger Safranski (1987): “Rousseau muestra que incluso el acto de pensamiento más elemental sólo se puede llevar a cabo por la fuerza de un «Yo» existente y, por tanto, a voluntad. Esta fuente fundamental de actividad que pone en marcha la percepción y el conocimiento, descubierta por Rousseau, es lo que Kant llama «imaginación».”(3) Los inertes estudiantes protestatarios del «mayo del 68» francés, con su consigna, «¡La imaginación al poder!» poco imaginaron hasta qué punto el Poder protestante había ya aplicado la «Razón imaginaria». [«IV»]
Heinrich Heine (1834): “Kant [el «Robespierre del pensamiento»] deseaba establecer una crítica, o sea, algo negativo; Fichte, en cambio, quiere sentar un sistema, o sea, algo positivo […] El «Yo» de Fichte [el «Napoleón de la filosofía»] no es un «Yo» individual sino el «Yo» del mundo, universal y llegado a conciencia. El pensamiento fichteano no es el pensamiento de un individuo, de un hombre determinado y llamado Johann Gottlieb Fichte; es, más bien, un pensamiento general que se manifiesta en el individuo”(4). [«XX»]
Horkheimer-Adorno (1944): “La Ilustración es totalitaria.[…]. La Ilustración reconoce en principio como ser y acontecer sólo aquello que puede reducirse a la unidad, su ideal es el sistema, del cual derivan todas y cada una de las cosas. En ese punto no hay distinción entre sus versiones racionalista y empirista”(5). [«V»]
Rüdiger Safranski (1987): “Fueron los «años salvajes de la filosofía»: Kant, Fichte, Shelling, la filosofía del Romanticismo, Hegel, Feuerbach, el joven Marx.[…] La razón de ello era el reciente descubrimiento del «Yo», ya se le presentase bajo el ropaje del espíritu, de la moralidad, de la Naturaleza, del cuerpo o del proletariado […] Los filósofos se percataron de que «el hombre» era el autor de las cosas […]. Nadie sabía ya lo que significaba «ser», aunque se proclamase por todas partes que el ser determina la conciencia. ¿Qué hacer en esta situación? Cuando se es el hacedor, hay que hacer tanto como sea posible, hay que construir el futuro mediante acumulaciones frenéticas; desaparece la alegría del conocimiento y permanece su mera utilidad. Las verdades están ahí para ser realizadas . Y así se pone en marcha la religión secularizada del crecimiento y del progreso.“(3) [«IX»]
Friedrich Nietzsche, el filósofo de la «Voluntad de Poder» (que siempre es «poder-hacer»), mucho más atrapado de lo que él mismo sospechaba en la “tela de araña de la dialéctica berlinesa”(4a) (como llamó Heine a la dialéctica hegeliana y sus herederos en la “filósofía de la Naturaleza”(4)), escribió en 1887: “no hay «ser» alguno detrás del «hacer», del actuar, del devenir; «el agente» es algo ficticio que se añade al «hacer»; todo se reduce al «hacer»”.(6) [«XIV»].
Continúa Safranski (1987): “Los sucesores de Kant [Fichte, Schelling, Hegel, Feuerbach, Marx,…] no estaban dispuestos a despreocuparse de la «cosa en sí» […] Querían penetrar en el corazón de las cosas.[…] Todos querrán despertar al mundo de su sueño y, si no existe una palabra mágica, habrá que inventarla; y, si no existe una última verdad por descubrir, habrá que «hacer» la verdad. O más exactamente: se esperará de la Historia, hecha por uno mismo, que traiga la verdad. La huella ensangrentada de la Historia reciente es la rúbrica de esa verdad”. (3) [«III»]
Horkheimer-Adorno (1944). “El principio kantiano de «que se haga todo por la máxima de una Voluntad tal que pueda tenerse a sí misma, al mismo tiempo, como universalmente legisladora respecto del objeto» es también el objeto del «Superhombre» [de Nietzsche]; su voluntad no es menos despótica que la del imperativo categórico. […] En la medida en que el miedo ante la mentira […] sustituye a la ley por la auto-legislación, todo se torna transparente como una sola y grande superstición. La misma Ilustración, más aún, la verdad en cualquiera de sus formas, se convierte en ídolo”. (5). [«XII»]
Vuelve Heine (1852): “Cuán a menudo he pensado desde entonces en aquel rey babilónico que se tomó a sí mismo por el buen Dios, y luego se derrumbó miserablemente desde la altura de su vanidad, se arrastró por la tierra como una bestia y tuvo que comer hierbas (seguramente ensalada de lechuga). En el magnífico y grandioso Libro de Daniel se encuentra esa leyenda que para edificante enseñanza recomiendo no sólo al buen Ruge, sino también a mi más empedernido amigo Marx, y a los señores Feuerbach, Daumer, Bruno Bauer, […] y como se llamen esos ateos auto-idólatras”.(4a) [«XVI»]
Amigos, tras este texto de Heinrich Heine, un saludo y hasta el artículo siguiente.
(1) ROUSSEAU, Jean-Jacques. “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (y otros escritos)”. Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S.A.). 2010; [escrito 1754].
(2) AULARD, F-A. “Le culte de la Raison et le culte de l’Être Suprême 1.793-1.794”: Félix Alcan, Editeur. 1.892.
(3) SAFRANSKI, Rüdiger. “Shopenhauer y los años salvajes de la filosofía”: Tusquets Editores, S.A.. 2011. [ed. orig. 1987].
(4) HEINE, Heinrich. “Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania”. Alianza Editorial, S.A. 2008 [escrito 1834].
(4a) Anexo 1. “Prólogo a la 2ª edición” [escrito por Heine en 1852].
(5) HORKHEIMER, Max; ADORNO, Theodor W. “La dialéctica de la Ilustración”: Editorial Trotta, S.A. 2009 [escrito 1944].
(6) NIETZSCHE, Friedrich. “Genealogía de la moral”. “Los conceptos de Bueno y Malvado y de Bueno y Malo”. Edimat Libros, S.A. 1998. [escrito 1887].