Un total de 44 días ha tardado el juez Carlos Dívar en dimitir de la presidencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo desde que el pasado 8 de mayo el vocal Gómez Benítez le denunciara ante la Fiscalía por malversación de caudales públicos. Le acusaba de cargar al CGPJ casi 13.000 euros por los gastos de una veintena de viajes a Marbella en fin de semana entre noviembre de 2008 y marzo de 2012.
Los 44 días de suplicio han concluido este jueves y al fin Dívar se va. Durante este mes y medio, ha tenido que soportar que los ayuntamientos de Málaga y Marbella lo dejaran sin coartada, pues inicialmente justificó sus viajes privados con actos públicos en estas instituciones que nunca se celebraron. También lo tachó de “mentiroso” el ex presidente de Cantabria, Mariano Revilla, que desmintió igualmente la cobertura oficial que el juez había dado a otro de sus viajes privados a Santillana del Mar, mientras que en Canarias el delegado del Gobierno en Fuerteventura, Eustaquio Santana, desvelaba que Dívar pedía coches oficiales para sus desplazamientos privados por la isla.
Además, a Dívar se le ha afeado su conducta al desvelarse que su querido escolta, Jerónimo Escorial, era el principal comensal de sus lujosas cenas y el acompañante habitual en sus estancias de lujo. Incluso el periodista rosa, Boris Izaguirre, lo sacó del armario en “El País”. Radio Libertad Constituyente y el diario República Constitucional ampliaron y difundieron esta noticia, lo que generó un inesperado y sorprendente record de visitas.
En un gesto que se comparó al de Calígula cuando hizo senador a su caballo, el juez Dívar removió lo imposible para conceder al policía varias condecoraciones que llevaban acarreados aumentos de sueldo. Lo que más indignó a la judicatura y al sector judicial fue que se le impusiera la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, conocida como “la Raimunda”, una alta distinción que reconoce sobre todo servicios jurídicos a gentes del mundo del derecho. Además, durante la investigación del escándalo, la prensa aireó que dos hijas del policía preparaban las oposiciones a juez.
Cuando todos los jueces y políticos consultados se tentaron la ropa antes de salir en defensa de Dívar sin haber cotejado antes la justificación de sus facturas, sorprendió el apoyo que le brindó el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que hoy esconde aquel ridículo bajo una capa de silencio: “Sale fortalecida la institución, el presidente y por lo tanto el Estado de Derecho”, dijo cuando Dívar salvó el primer “round” de este curioso y singular combate entre la sociedad civil y el CGPJ al sortear la primera denuncia que se le interpuso en el Tribunal Supremo y en la que sus compañeros de toga le absolvieron. Esta misma semana, el rey evitó su foto con él durante los actos del Bicentenario del Tribunal Supremo y mandó a su hijo Felipe a “comerse el marrón”. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, también hizo lo mismo y envió a la vicepresidenta Soraya Saenz de Santamaría. Quede esta fotografía para la historia de la ignominia de una persona que no supo honrar su cargo.